La historiadora Marie-Danielle Demélas
en su libro La Invención política dice que una de las máximas confucianas que aconseja “que es conviene gobernar al pueblo como
se fríe un pescadito evitando toda
sacudida brusca que amenazara con echarlo a perder” fue dejada de lado en el siglo XVIII por el Estado español lo que al final devino en
reacciones hostiles de los americanos, haciendo frágil el imperio y precaria su
unidad.
Gobernar en democracia es establecer
equilibrios políticos, tratando de conjugar los objetivos del Estado con las necesidades
de la gente, atendiendo a las demandas particulares sin dejar de tomar en
cuenta las necesidades de la mayoría de la población. Cuando solo se cede a la presiones de los grupos
sociales dejando de lado el interés general hay desgobierno y cuando no,
demagogia; cuando solo se trata de establecer los objetivos de gestión sin
tomar en cuenta la opinión de la gente imposición. La alcaldía de Sucre, desde
hace varias gestiones atrás es muestra de lo primero: una entidad que no
gobierna, que cede, que mira hacia otro lado, dejando en el olvido no solo ya sus metas estratégicas,
sino su sola obligación de hacer cumplir la ley: la presencia de una diversidad
de comerciantes en el histórico parque Bolívar, las condiciones de insalubridad
en la que se vende productos en varios mercados de la ciudad, la apropiación por
empresas privadas de las plazuelas de la ciudad para hacer marketing, son solo
algunos resultados de esta situación.
Empero, el municipio por salir de esta ausencia de
poder, corre el riesgo de caer en una falsa salida como es la imposición de sus proyectos y, por esa vía,
generar crisis social en la ciudad. El conflicto en torno a la construcción
de la nueva terminal de buses es un ejemplo.
En primer lugar, el ejecutivo municipal supuso que tomando una decisión
rápida y definitiva sobre el lugar de su emplazamiento también se acallaría la
polémica y pugna que venían sosteniendo los distritos porque esta obra se haga
en su propio distrito. Esto no dio resultado porque los habitantes del distrito
3, que es donde Arciénega prometió, firma mediante, que se haría la terminal,
están organizados y nada dispuestos a aceptar que el alcalde incumpla su
promesa. En segundo lugar, las razones técnicas que maneja el municipio para justificar
la obra en el distrito 5 son confusas; por ejemplo el argumento de que los
costos del transporte, para un viajero del centro de la ciudad son mucho más
elevados si se va hasta la zona de Club de caza y pesca que hasta Lajastambo
no son sólidas; no lo son porque los costos de transporte son relativos según
dónde sea la residencia de las personas: para el pasajero que vive en centro es barato ir
hasta el D-5, no así para alguien que vive en la avenida Juana Azurduy o en la
zona del ex aeropuerto.
La reacción del distrito 3 y las acciones de fuerza que han asumido, con todo lo
cuestionable que puedan ser, tienen que ver con factores como percepción de autoritarismo, ausencia
de información transparente e intereses creados, algo donde las acciones del ejecutivo municipal tiene su cuota de responsabilidad.
Para nadie es desconocido la
urgencia de tener una nueva terminal de buses. La actual no solo que no puede ya
contener toda la demanda de pasajeros sino que es peligrosa para el usuario.
Las maletas son soltadas desde alturas siderales rozando las cabezas de los
usuarios; el pasajero tiene que lidiar con humo, personas que corren y flotas
que se mueven rozando al usuario. La situacion es tal que realmente es un milagro salir ileso
de esta travesía.
Por ello mismo, el gobierno municipal,
es decir el alcalde, los profesionales que lo acompañan y sus concejales deben
asumir que la radicalización de una política solo va a aumentar el conflicto. Lo
de la terminal debe ser resuelto con profesionalismo, visión e imaginación política.
Otras ciudades tienen esos mismos problemas y aún peores, sin embargo, ellos se
pudieron resolver por que comprendieron que el gobierno en democracia es
seducción no imposición.
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