jueves, 23 de mayo de 2019

EL SÍNTOMA ALMAGRO




El pasado viernes 17 de mayo Luis Almagro Lemes  copaba los principales titulares de los periódicos digitales bolivianos. El secretario general de la OEA, contra todo pronóstico y desapegado completamente de su perfil antichavista,  dio un explícito apoyo a la cuarta repostulación presidencial de Evo Morales afirmando que impedirlo sería discriminatorio.
Esto, naturalmente, despertó la crítica de la oposición, puesto que echaba por tierra, quizá  la última posibilidad que le queda para impedir la participación de Evo en las presidenciales de este año. De hecho, los sectores contrarios al gobierno, confían que organizaciones como la Corte Interamericana de Derechos Humanos,  observen una sentencia constitucional de noviembre de 2017  que habilitó a Morales para una nueva repostulación, arguyendo una aplicación preferente de los derechos humanos de Morales sobre la constitución política del estado plurinacional de Bolivia
Empero, la postura de Almagro no es una rareza, una acción fuera de tono de un político desesperado por reelegirse como Secretario General de la OEA;  en realidad Almagro es síntoma de una corriente política internacional más amplia que no critica a  Morales y sus derivas autoritarias, sino que alaba sus logros en crecimiento y equidad; que no mira en Morales a un presidente que manipula instituciones a su favor y desconoce un referendo popular, sino que admira y respalda sus informes económicos y sociales.

El hecho de que Morales en el lapso de una década haya logrado reducir la tasa de pobreza de un 38,2%  a un 15,2%  y mantenido los índices de crecimiento del producto interno bruto real en un promedio de 4,9 % son datos que, sin duda, generan admiración internacional, más aún, cuando en décadas anteriores, Bolivia, por su pobreza e ingobernabilidad, era catalogada como un estado fallido. 
De manera directa o indirecta, varios representantes de la comunidad internacional han manifestado su respaldo al gobierno de Morales y no es desatinado suponer que, muchos de ellos, ven con beneplácito la sorprendente postura favorable a Evo del actual secretario general de la OEA, Luis Almagro. Frank Pompeo, Secretario de estado de la administración Trump, en su visita por América Latina en abril pasado no incluyó a Bolivia en el grupo de países con regímenes autoritarios como lo hizo con Venezuela, Nicaragua  o Cuba. Por su parte, el embajador de la Unión Europea en Bolivia, León de la Torre Krais, declaró confiar que las próximas elecciones presidenciales previstas para octubre movilicen a la población y eso signifique un paso a la consolidación de la democracia boliviana, sin hacer una sola mención al hecho de que la participación de Evo en estas elecciones significa el desconocimiento de un referendo popular. Así mismo, Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, en su última visita a Bolivia, no dijo nada sobre la situación de la democracia en Bolivia, limitándose a firmar, entre otros, un convenio referido a un proyecto de tren bioceánico, que enlazará las costas del Pacifico, en territorio peruano, y el Atlántico, en Brasil.
Si alguien pensó que los encendidos discursos antiimperialistas de Evo, junto a su proclamada defensa de Nicolás Maduro terminó por aislarlo internacionalmente, está equivocado. De vencer Morales en las elecciones de octubre gozará del apoyo de todos los gobiernos, incluidos naturalmente, de las potencias sudamericanas como Brasil y Argentina (dos países del giro a la derecha) que, dicho sea de paso, tampoco realizan acciones efectivas para detener o censurar la anómala repostulación de Morales.
Empero ¿Cuáles son los límites? ¿Hasta qué punto la comunidad internacional continuará apoyando a Evo? no se sabe. Lo cierto es que ella suele prender todas las alarmas cuando el daño a la democracia ya está hecho, cuando estos regímenes, presidencialistas y centralistas, necesitados de sostenerse en el poder rompen del todo con la legalidad y las instituciones y arremeten contra los derechos humanos de la gente; cuando, huérfanos de apoyo internacional, buscan el respaldo del regímenes abiertamente autoritarios y contrarios a los intereses europeos o norteamericanos como China o Rusia.
Rota la posibilidad de que la comunidad internacional levante mecanismos diplomáticos para impedir la repostulación de Morales, todo indica que serán las urnas las que, finalmente, dirán si Bolivia da un giro político cambiando al partido en el poder o, por el contrario, reelegirán a un presidente que viene gobernando Bolivia desde 2006.
Se espera que la comunidad internacional torne su mirada al proceso electoral de este año y ponga atención a sospechas de imparcialidad del Tribunal supremo electoral (TSE), por muchos hechos anómalos, entre ellos, que varios de sus vocales hayan renunciado a su cargo denunciado presiones externas y que el TSE haya aceptado la postulación de Morales, desconociendo el referendo de 21 de febrero de 2016,  que el propio TSE se encargó de administrar y dar por válido.