viernes, 21 de diciembre de 2018

PRIMARIAS


¿Son necesarias las primarias? ¿El país se puede dar el lujo de gastar 26,9 millones de bolivianos solo para ratificar a los binomios propuestos por cada partido? ¿Qué gana la democracia cuando ningún partido ha presentado más de un postulante?  Las respuestas a todas esta preguntas es que las primarias son innecesarias,  por onerosas e inútiles.   


Sin embargo las cosas son un poco más complicadas, en primer lugar porque la mayoría del MAS en el poder legislativo no impulsó la nueva ley de partidos y las primarias para generar proceso de democracia interna en los partidos, sino para apresurar los tiempos políticos e impedir la conformación de alianzas, de liderazgos y de programas en la oposición. El partido de gobierno, así como lo hizo con la Constitución, con la elección de magistrados y con el reglamento de autonomías, no impulsa las leyes para generar institucionalidad sino para tener un instrumento que lo fortalezca en el poder que, ademas, cree perpetuo.   



Esto se puede ver a través de lo que hizo y dijo el MAS en torno a las primarias: en primer lugar si la intención de democratización interna era verdadera, este partido, coherente con sus enunciados, tendría que haber presentado para las primarias por lo menos dos candidaturas y no repetir el añejo binomio que se postula desde al año 2005; por otra parte, si la intención hubiera sido sana, el vicepresidente no hubiera declarado, orgulloso, que las primarias le sirvió al MAS para tener más tiempo en su afán de desgastar la imagen del candidato opositor Carlos Mesa. Por tanto no se trata de un tema meramente económico, ni legal: las primarias, sobra decirlo, son una de las estrategias de poder del MAS.

Aún más. ¿Qué pasaría si al Tribunal Supremo Electoral le diera un ataque de racionalidad y decidiera suspender las primarias? Sencillamente que la habilitación de Morales y García volverían a caer en punto muerto, lo que naturalmente daría aire a la oposición para estructurar nuevamente alianzas y esquema opositores. Esta posibilidad no le conviene al MAS porque espera que el tema del 21 F, que tanto descalabro causa a su deteriorada imagen, se pierda en el torbellino del proceso electoral y, al fin,  pueda colocar en agenda los temas que cree lo conecta con el votante: estabilidad económica y redistribución de ingresos.

El MAS ya no puede volver, sin problemas, a sus antiguos nudos discursivos de profundización y ampliación de la democracia; no después no haber avanzado un ápice en la construcción de institucionalidad alrededor de la nueva Constitución del estado plurinacional; no después de haber convertido los recursos estatales en fuente de corrupción y autobombo; y no después de haber llevado al límite su influencia sobre el poder judicial y electoral.

De esta manera, en enero de 2019, asistiremos al proceso electoral más aburrido de nuestra historia republicana y plurinacional, solo comparables a los que ponían en escena los partidos liberal y conservador en el siglo XIX, en las que pequeños grupos de militantes se disputaban  el voto en unas elecciones en las que nadie creía salvo los caudillos.  

miércoles, 12 de diciembre de 2018

CUARTA POSTULACIÓN


El pasado martes 4 de diciembre el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha resuelto habilitar la candidatura de Morales y García a una cuarta repostulación. Pese a que existe el antecedente que el 21 de febrero de 2016 una mayoría de bolivianos tomó la decisión de mantener el Art 168 de la constitución que prohíbe la repostulación, el TSE, ha preferido actuar conforme una resolución del Tribunal constitucional que, en noviembre del 2017, avaló a Morales y García para una cuarta gestión gubernamental.

Para llegar a este punto, el gobierno de Evo Morales no solo ha tenido que llevar al límite su capacidad de influencia sobre el poder judicial, sino que ha puesto en crisis uno de los elementos centrales de su discurso como su alusión al pueblo al que se supone Morales oye y obedece. De hecho, en los meses previos al referendo del 21 de febrero de 2016, Morales, seguro de ganar, repetía una y otra vez  que era el pueblo el que mayoritariamente respaldaría su repostulación, desafiando a la oposición a respetar los que decida el pueblo. 



Sin embargo, una vez conocida su derrota en las urnas, Morales y su equipo dieron un giro de 180 grados: optaron por señalar que el pueblo, esa entidad que para Morales tiene las virtudes más excelsas de sabiduría e infalibilidad, había votado engañada por los opositores y por un “cartel de la mentira” compuesta por medios de comunicación.

Bajo esa premisa, Morales se puso a “corregir” el error que había cometido el pueblo y optó por presionar sobre el Tribunal constitucional y, tras un extenso cabildeo, decidió viabilizar la candidatura de Morales y García, con el argumento de que el artículo 168 violaba los derechos humanos de los mandatarios que están en el poder más tiempo que cualquier otro presidente, incluidos los autócratas.

Ahora, ya con la habilitación de su candidatura bajo el brazo, Morales ha retornado, en sus discursos, a la lógica amigo-enemigo, tratando de mostrarse como el genuino representante del pueblo y tildando a opositores de vendidos al imperio, privatizadores, “vendepatrias” y parientes políticos de la pasada elite neoliberal. En otras palabras y fiel a un conocido libreto populista, Evo Morales intenta polarizar el ambiente preelectoral, buscando ser el canal por donde fluya  el desencanto contra los ricos, los blancos y los privilegiados.

Empero, una gran incógnita se abre en torno a la efectividad de la estrategia. Quien emite ese discurso es justamente el presidente que más ha hecho por alejarse de la vida normal de una persona proveniente del mundo popular: Evo Morales ha mandado a construir un nuevo palacio de gobierno bautizado como la Casa de pueblo, ha comprado un avión de lujo y se ha hecho construir casas y museos que son una glorificación de su vida política pasada y presente. Si alguien se parece más a la pasada elite que se suponía erradicada es Evo.

Adicionalmente, la apelación al pueblo ha sufrido menoscabo, puesto que si bien dice gobernar obedeciendolo, en el momento en que ese colectivo da un veredicto contrario a sus intereses, opta por desconocerlo, por anularlo.

En este contexto, para el MAS se ha abierto una fuerte corriente contraria a su gobierno que a pesar de su desorganización demostró que lo puede vencer tanto en las urnas como en las calles. Demostró su poder en las elecciones para las máximas autoridades del poder judicial, en 2011 y 2017 cuando ganaron el voto nulo y blanco que fue la consigna de la oposición; también lo hizo en el referendo del 21 de febrero de 2016 en que la opción No ganó por mayoría absoluta de 51 por ciento de los votos; y finalmente logró vencer en las calles, cuando una movilización masiva realizada en enero de este año, hizo que Morales anulara la Ley de código de procedimiento penal que había promulgado meses antes.

A pesar de esta fortaleza la fuerza opositora ciudadana, este contrapoder que vigila, evalúa y sanciona permanentemente la gestión de gobierno, no ha podido establecer una organización estable y de largo plazo. Da la impresión que la oposición partidaria y de colectivos ciudadanos son islas poco articuladas y diferenciadas en lo ideológico, que se conectan para plantar oposición al gobierno pero en coyunturas muy específicas, una suerte de olas de rebelión que inundan el espacio público, para luego volver a las redes sociales que es donde más y mejor participan en política.

Ante esta carencia se han realizado intentos para establecer una mínima estructura organizativa  opositora pero con poco éxito.  En medio de las acciones colectivas en contra la aprobación del nuevo código penal, en enero de este año, se trató de erigir el Comité Nacional por la defensa de la democracia (CONADE) que tuvo poca trascendencia. Cosa parecida pasó, hace muy poco, con las movilizaciones y paro contra la habilitación de Morales a una nueva postulación, donde las organizaciones territoriales como los comités cívicos intentaron ser el eje de la protesta, empero sin logros relevantes.

En suma, hay indicios de un serio desgaste del MAS en el poder, sobre todo en su capacidad para la circulación de parte de su discurso populista; hay señales que existe una fuerte corriente “anti-MAS”,  junto a un sentimiento de agravio de gruesos sectores de la ciudadanía ante una nueva repostulación de Morales y su evidente manipulación de las instituciones. Todo esto puede ser clave en los resultados de las elecciones de octubre de 2019, sin embargo está en duda la existencia de un partido y liderazgo capaz de canalizar ese descontento.