Cuando la Asamblea Legislativa Plurinacional en septiembre de
2015 recibió a los movimientos sociales con la propuesta de modificación de la
Constitución para permitir la repostulación de Morales y García, la estrategia del
MAS estaba clara: Morales en virtud a su popularidad podía
arrastrar por si solo la campaña por el Si para su repostulación. El
diagnóstico era que las recientes derrotas del MAS en las elecciones subnacionales
como en los referendos autonómicos, se habían
dado por que Evo no era el actor central. Con Evo como candidato otro sería el
resultado, afirmaron. Los números daban verosimilitud a esta certidumbre: Evo siempre
había ganado por mayoría absoluta todas las elecciones y las encuestas realizadas
recientemente situaban a Morales en la cúspide de su popularidad.
Empero, varios datos señalaron que esta estrategia no daba
los frutos esperados.
Las señales de alarma fueron las encuestas de varios medios
de comunicación que señalaban como ganador a la opción del No a la modificación
de la Constitución; la poca asistencia a las concentraciones para respaldar la
opción del Si y el poco entusiasmo de la propia militancia de cara al desafío
de febrero 21. Si bien Morales no tuvo
mayores comentarios respecto a las encuestas, de hecho hizo público su desazón ante
la forma en la que se desarrollaba la campaña. En Sucre, en un soleado domingo
y ante muy poco público que había asistido para respaldar el Si dijo que “al ver esta concentración a veces siento que estamos
perjudicando las actividades de fin de semana: asistir a fiestas, jugar fútbol,
salir a comer chicharrón, por ejemplo. Otra vez campaña, qué nos dirá la gente”
(Correo del Sur 14.12. 2015); y respecto a lo incierto del resultado del referendo y la posibilidad de derrota, a modo de consuelo, dijo “aunque no aprueben (la reforma
constitucional) finalmente nuestra reelección, no importa, hemos hecho, hicimos
historia gracias al pueblo boliviano” (Página Siete, 31.12.2015).
A esas alturas
estaba claro que Morales no podía por si solo ponerse al hombro toda la
campaña.
En este contexto se desplegaron otras estrategias: mostrar
los logros del gobierno en sus diez años de gestión; denostar a todos los que
apoyan el No a la repostulación y aplicar la estrategia del miedo. Para lo
primero se diseñó una campaña comunicacional que consiste en agrupar la gestión
en 10 logros y aprovechar las entregas de obras para hacer campaña por el Si;
para lo segundo, se trata de unir en una misma bolsa a la variopinta militancia
por el No como derechista, gonista y neoliberal y, para lo tercero, se trata de
anunciar poco menos que el apocalipsis de ganar la opción del No a la reforma a
la CPE.
El 21 de febrero se verá si estas estrategias fueron exitosas
o no. Entretanto veamos algunos problemas comunes a ellas. En primer lugar no
hace creíble el discurso de la continuidad de las obras y de las políticas
porque ellas no están en juego ya que el
referendo no define la estadía o no de Morales en el poder (tenemos Evo hasta el
2019 aun cuando pierda por amplio margen).
Por otro lado, el discurso polarizador es un discurso demasiado amplio que casi
no tiene efecto, agrupa a todos los votantes por el No como derechistas y
neoliberales, lo que, en rigor, no tiene credibilidad, ya que en este grupo
también están viejos izquierdistas, muchos de los cuales exhiben, orgullosos, heridas
y pedigrí revolucionario, además, esto choca con la idea de que, aun cuando
hubiera una derecha poderosa al frente, lo que se define no es un cambio en la
conducción del Estado.
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