El próximo 21 de febrero, fecha del
referendo constitucional no se definirá la Presidencia del Estado, ni el rumbo
del “proceso de cambio”, ni los curules en la asamblea legislativa plurinacional,
ni nada que tenga que ver con el poder. De hecho, luego del referendo, ni el
oficialismo habrá perdido poder ni la oposición habrá avanzado un milímetro en el
escaso que hoy tiene. Lo que de verdad se define es la apertura o cierre de la
estructura de oportunidades políticas, es decir la posibilidad para que los
actores, tanto internos como externos al gobierno, tengan espacios para plantear propuestas
y provocar, efectivamente, algunas transformaciones en el poder político.
Sociólogos como Doug Mc Adam y Sidney
Tarrow utilizaron el concepto de Estructura de oportunidad Política en
referencia a los movimientos sociales para denotar que en determinados momentos
diverso tipo de factores institucionales, normativos y coyunturales hacen que los
grupos que pugnan por transformaciones en el
estado, tengan mejores oportunidades para lograr sus fines estratégicos. Creo
que parte de estos aportes pueden servir para diseñar algunos escenarios post
referendo constitucional.
De ganar el Si, las oportunidades
políticas se cierran. En realidad este es el propósito del MAS al impulsar el
referendo. El Si portaría el mensaje a las fuerzas opositoras de que tanto
Morales como García continúan con altos niveles de popularidad y que sus
políticas, pese a todo, siguen gozando del favor ciudadano. Temas como el Fondo indígena, la concentración del poder y la ausencia de equilibrio entre
los órganos de poder estatal no habrían repercutido negativamente en su
popularidad; de hecho, el resultado
favorable reforzaría la idea de que este esquema es funcional con el proyecto
del Bicentenario; sería la muestra de que el estilo político de Evo es que el
mejor se aplica con los objetivos del MAS. “Esto es lo que quiere el pueblo”
probablemente afirmaría, entusiasta, Morales.
Internamente al MAS, el mensaje
sería que Morales debe continuar siendo el eje en torno al cual se toman todas
las decisiones partidarias; de que las iniciativas políticas tanto como las
críticas deben pasar por la aprobación de Morales. Evo, para el partido, sería la
única garantía para mantener intactas las posibilidades políticas de cara a las
elecciones de 2019. No es errado pensar que se plantearían algunos cambios en
la política general del MAS, una suerte de relanzamiento del partido, empero
ellos serían controlados por Morales, serían cambios que, en el fondo, no
afectarían la forma como se ha estructurado el poder al interior del MAS. Los
actores que buscan cambios más de fondo dentro del partido tendrían que esperar mejores tiempos y escenarios.
De ganar el No se abre la estructura de oportunidades
políticas. Si bien, en un primer momento, esto sería leído por la oposición como
un rechazo a la gestión de Evo, en realidad sería un efectivo aliciente para
que la oposición estructure propuesta y liderazgo opositor (tarea nada fácil
dada la diversidad ideológica de la misma). La oposición percibiría que el poder se debilita
y de que su posibilidad de cambio se hace cierta, verosímil. El hecho de que ya
no tengan que enfrentar a un candidato cuya popularidad los anula e
invisibiliza haría que la oposición y, sobre todo, la ciudadanía, vean como
cierta la posibilidad de cambio en el poder; adicionalmente esto facilitaría
que el discurso opositor tenga mayor capacidad de llegada en los medios de comunicación
y haría que nuevos actores políticos ingresen al escenario político.
En el plano interno, se abriría la posibilidad de que algunas fuerzas
internas del MAS hagan conocer su opinión de manera más clara y contundente. A
propósito de decidir el futuro binomio para las elecciones de 2019, se abrirían
espacios políticos impensados en meses anteriores al referendo; las fuerzas
interiores del MAS pugnarían por aumentar
su poder o por conservarlo y lo harían a partir de plantear virajes en las
estrategias y políticas. Una suerte de mutuas concesiones entre conservadores y transformadores. Con una imagen ciertamente desgastada por el triunfo
del No, el actual esquema de poder masista, tendría que ceder espacios de poder
y recibir con mayor atención las críticas y propuestas. Empero, también puede
suceder que Morales para evitar este proceso de desgaste o de enriquecimiento
(según como se vea) político del MAS puede designar, por si y ante si, a su
sucesor tal como lo hicieron Chávez con Maduro en Venezuela y Cristina.
Krichner con Scioli en la Argentina. Decisión de imprevisibles consecuencias
electorales y políticas.
Como se puede ver, lo que se decide
el 21 de febrero próximo no es poca cosa, no se define el poder sino su
posibilidad de apertura y transformación democrática.
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