jueves, 4 de diciembre de 2025

La osadía y el cálculo

 La política siempre ha sido una cuestión de osadía y cálculo; es decir, una mezcla de coraje animal y razón humana. No se puede ser político si no se posee arrojo, valentía y decisión, pero tampoco puede existir un político que carezca del razonamiento necesario para hilar un pensamiento medianamente válido. 

Lamentablemente, en nuestro atribulado país tenemos muchos osados, pero pocos con verdadera capacidad de razonamiento. Muchos políticos prefieren asistir a un gimnasio antes que a una biblioteca. ¡Cuánto mejor sería nuestro país si quienes nos dirigen, visitaran una biblioteca y se sentaran a degustar una novela de Balzac, un cuento de Borges o un poema de Sáenz! A su vez, cuánto mejoraría nuestra desgraciada nación si aquellos que frecuentan las bibliotecas cerraran sus libros y se animaran a salir de su zona de confort, hecha de letras e imaginación, y se lanzaran al ruedo de la política. 



Parte del fracaso de la democracia actual radica en que no logra contener a los osados ni premiar con el poder a los pensadores. La democracia suele ser cruel con los intelectuales: apenas muestran sus cualidades y creen merecer el poder por ellas, surgen los mediocres para sostener que el mérito no es lo importante, que el voto debe decidirlo todo. De este modo, quienes terminan por dominar un país son casi siempre las élites carentes de mérito, nunca las intelectuales. La democracia opera, así, como un nivelador hacia abajo de las cualidades personales. Ese es su defecto, pero tambien su gran virtud. La politica tiene como objetivo la libertad como decia la gran Hannah Arendt, pero la democracia tiene como meta la igualdad. La politica suele construir líderes poderosos, la democracia les dice que son transitorios.

Sin embargo, es justo reconocer que un gobierno puramente de pensadores terminaría por paralizar a una sociedad. Si los osados pueden ocasionar calamidades por exceso, los puramente pensadores pueden causar desastres por inacción. La democracia en Bolivia volvió en 1980 de manos de un audaz como Hernán Siles y cuyo arrojo le permitió llegar al poder y devolvernos la libertad; pero luego fue necesario que llegue al gobierno un pensador como Víctor Paz en 1985 para dar estabilidad a la economía y a la sociedad boliviana. Siles era el hombre que se enfrentaba; Paz, el hombre que calculaba.

Durante los últimos veinte años, Bolivia estuvo en manos de osados. La razón les dijo que no nacionalizaran y nacionalizaron; la mesura les dijo que no se repostularan y lo hicieron; la prudencia les indicaba no gastar pantagruélicamente los recursos y los despilfarraron. Tuvimos casi dos décadas de pura energía, de puro desafío a la lógica, que funcionó mientras hubo aplausos y recursos para sostenerlo, pero dejó de funcionar cuando fueron reemplazados por silbidos y carestía. Por largo tiempo hubo pan y circo, pero luego ni pan ni circo, sino una mediocre tragedia griega sin héroes ni heroínas. 

El presidente Rodrigo Paz parece ser, a primera vista, un político audaz. Ciertamente, hace falta tener mucho de esa cualidad para persistir en una carrera presidencial cuando (quizá) familiares, amigos, asesores y encuestas le decian que su candidatura iba a ser un completo fracaso. Que no haya escuchado a nadie, sino confiado en si mismo a rajatabla, lo muestra como un político de raza (con pedigrí). 

Sin embargo, hoy Rodrigo Paz, ya en calidad de gobernante, va dejando poco a poco esa osadía. Ha puesto como acompañantes de gestión a intelectuales y conspicuos profesionales que le aconsejan no asumir las medidas económicas imprescindibles para pasar a la historia como un estadista:  nivelar el precio de los carburantes y el tipo de cambio. Hoy, ellos, y quizá él mismo, ya no quieren arriesgar su estadía en el poder y por eso van dando largas a los asuntos pendientes, esperando que llegue el momento ideal para asumirlos. 

Pero es algo que se lo debe hacer en el corto plazo. Los partidos derrotados en las ultimas elecciones están en proceso de rearticulación cierto que sin liderazgo claro ni objetivos concretos. Pueden estar callados pero no están inactivos.  Pueden estar inmoviles pero no paralizados. Los politicos no se jubilan, los animales politicos menos aún. 

La gran capacidad del político asi como su tragedia radica en que tiene que decidir. Estar frente a una responsabilidad politica implica tomar determinaciones que no seran del agrado de la mayoria de la población, que no cosecharán aplausos pero que se las tiene que hacer bien y rápido. En esto se juega el destino de un país. 

 


miércoles, 26 de noviembre de 2025

Bolivia: legitimidad ambigua y gobierno partido

 En menos de quince días de su posesión, el nuevo gobierno del presidente Rodrigo Paz ya enfrenta problemas de gobernanza. Recientemente, tuvo que despedir a su ministro de Justicia, Freddy Vidovid, y, tras anunciar se reemplazo por Jorge García, horas después se optó por clausurar el Ministerio de Justicia. 

El origen de este incordio reside en el distanciamiento entre Edman Lara y Rodrigo Paz, (el binomio exitoso que logró derrotar a los partidos tradicionales dirigidos por líderes considerados anacrónicos). Paradójicamente, desde que se confirmó su pase a la segunda vuelta, la brecha entre ellos no ha hecho más que aumentar. Lara manifestó desde un principio que su principal labor sería controlar la corrupción y los malos manejos del erario público, incluyendo aquellos que pudieran ocurrir en la gestión del propio presidente Paz. Acompañó esto lanzando una serie de promesas que, por su carácter desmesurado, Paz solo atinaba a respaldar, pero minimizándolas al afirmar que se lograrían, pero únicamente en el largo plazo. De todos modos, esta tensión pasó desapercibida en medio de la guerra sucia desatada entre los candidatos habilitados para el balotaje (Paz y Quiroga). El verdadero conflicto se desató una vez que Paz y Lara, ya posesionados, se reunieron para definir la composición del nuevo Gabinete.



La ciencia política establece denomina legitimidad de origen, a aquella que proviene de las urnas. Sin embargo, la magnitud del respaldo también es crucial. Un presidente que llega al poder con una votación alta, por encima del 55%, gozará de una legitimidad más robusta que aquel que gana con un 33% o incluso un 22%. 

Sin embargo en Bolivia esta legitimidad se vuelve ambigua cuando no está claro si fue el presidente Paz o el vicepresidente Lara quien aportó la mayor cantidad de votos a la candidatura partidaria. El binomio Paz-Lara es un binomio armado, no orgánicamente partidario, el Partido Demócrata Cristiano no es un partido consolidado y Lara lidera su propio partido llamado "Ideas con Libertad". Es decir que, en realidad, Paz y Lara cuando resolvieron ir juntos a las elecciones, no se pusieron de acuerdo en un programa de gobierno, sino en la necesidad de apoyarse mutuamente para lograr el éxito de la candidatura. 

Para varios analistas y políticos, fue Lara quien logró traccionar y movilizar el voto popular, especialmente el voto "masista" y Paz el voto citadino y de clase media. Si bien el porcentaje obtenido por el PDC en primera vuelta (32,06%) mostraba una legitimidad inicial baja, un poco reforzada por el triunfo del 54,96% en la segunda vuelta, el problema radicaba en saber a quién correspondían esos votos y, por ende, el poder. La lógica política, en este caso, se asemeja a una ecuación matemática: si cada uno aportó con el 50% de los votos, lo lógico era que cada uno recibiera el 50% del gabinete ministerial de Paz.

Este acuerdo implícito no se dio. En realidad, no sucedió nada de lo esperado. El Gabinete incluyó a personas que habían sido cercanas a alguien que no figuraban como aliado orgánico en la candidatura del PDC. Otras carteras fueron llenadas con militantes de CC (Comunidad Ciudadana) que tampoco formaban parte del círculo que había luchado junto a Quiroga. Finalmente, se designó como viceministro de Coordinación Parlamentaria a un militante del partido de Samuel Doria Medina, quien, además, cumplía funciones delegadas del vicepresidente Lara, suplantando su rol. Pero la gota que rebasó los límites de contención de Lara fue que el Ministerio de Justicia, la cuota de poder que se le había asignado, fuera desmantelado por iniciativa del ministro de Gobierno. Ante este revés político y la clara no inclusión de Lara en la ecuación del poder, el vicepresidente arremetió con dureza a través de sus redes sociales. Denunció que los ministros de Paz están implicados en procesos judiciales, además de calificar al presidente de "incapaz y mentiroso". 

Entretanto, aún se esperan las medidas necesarias para paliar la crisis económica y transformar el Estado que Rodrigo Paz llama "tranca". Es imperativo llevar a cabo una profunda reingeniería estatal que cambie las reglas del juego para la llegada de capitales extranjeros y abra oportunidades de empleo. Además, es crucial asumir medidas de corte económico impopulares, como el alza en los precios de los carburantes y la equiparación del precio del dólar oficial con el paralelo. Este tipo de medidas requieren, ciertamente, de un gobierno cohesionado en el discurso y las acciones, algo que, por ahora, parece muy lejano.


sábado, 22 de noviembre de 2025

El malestar de los titulados

 Las explicaciones en torno a la caída del Movimiento al Socialismo (MAS) suele centrarse en su declarado populismo, su evidente autoritarismo o su mala gestión de la crisis económica. Sin embargo, estos enfoques pasan por alto una fractura social que se incubó bajo la superficie política: la brecha creciente entre la formación profesional y las oportunidades reales de empleo digno. En otras palabras, existe un sistema educativo expansivo que ha generado expectativas de movilidad social que el modelo económico es incapaz de satisfacer.



Los datos son realmente sorprendentes: entre 2008 y 2022, un total de 370.118 personas se titularon como profesionales de la universidad pública y 53.387 de las privadas, sumando un total de 423.505 nuevos profesionales. Este es, sin duda, un cambio notable en el nivel de profesionalización y en las posibilidades de mejora, porque, como se sabe, la educación superior es el mecanismo más poderoso de movilidad social, que consiste en tener mejores condiciones económicas y sociales que los progenitores.


Sin embargo, esta movilidad no se ha dado de manera amplia. A contrapelo de lo que podría suponerse, la informalidad laboral (que excluye a muchos profesionales del empleo digno o les paga mal) no solo se mantuvo, sino que creció, alcanzando cifras alarmantes que superan el 80% de la fuerza laboral. Esto implica que muchos de estos profesionales no encontraron un lugar en el mercado laboral formal y, por lo tanto, estarían repitiendo o incluso empeorando el nivel de ingresos de sus progenitores.


A medida que aumentaba la masa de profesionales, se instalaba en la cabeza de ellos una especie de "ilusión meritocrática". Desde los púlpitos universitarios y en las reuniones familiares se hablaba del futuro de éxito que conlleva el esfuerzo por profesionalizarse, del mundo de oportunidades que se abre una vez se ha alcanzado el título de licenciatura, mejor si es de maestría o de alguna especialidad. Pero esto no se dio en la realidad.


Contrariamente a esta mentalidad individualista que trae consigo la modernidad, desde el gobierno del MAS se alentó en realidad la desmeritocracia. Amparados en un discurso de que ser profesional era una "medalla colonial" y, por lo tanto, repudiable, se llegó a desdeñar la formación universitaria, a la vez que el mecanismo de selección de empleados del aparato público era todo menos meritocrático.


Las sociedades, en su diversidad, tienen varios mecanismos que explican y en el fondo legitiman la diferencia en el acceso a bienes y prestigio. Los estudios universitarios son uno de esos legitimadores. Nadie ve con extrañeza que un médico o un ingeniero tenga riqueza y sea respetado por su entorno, porque se percibe que ello es fruto de su esfuerzo (muchas veces de años o décadas). Es verdad que otra persona —un político, un comerciante, un carnicero— también puede tener acceso a bienes mucho mayores, pero ellos nunca tendrán el mismo prestigio social.


Pero, ¿qué sucede cuando la profesión no te brinda acceso ni a bienes ni a prestigio? ¿Qué pasa si los papeles, tu currículum, no sirven para gran cosa a la hora de conseguir empleo? ¿Qué pasa si tu nivel profesional no coincide con tus ingresos? La reacción primera no recae sobre el Estado (el discurso meritocrático es en el fondo despolitizador), sino en uno mismo. Las personas creen que no están lo suficientemente formados, que no han estudiado lo suficiente, y se lanzan a conseguir un título de diplomado o de maestría, o se inscribe en cuantos cursos hay, o finalmente, en el peor de los casos, compra un libro de autoayuda, de uno de esos vendehúmos como Carlos Isidro Cuauhtémoc Cárcamo y piensa que eso le salvará. Cuando nada de eso da resultado, la persona se hunde en una decepción, malestar o depresión muy bien retratada por Byung-Chul Han en su Sociedad del rendimiento.


Pero, en una segunda instancia, a esta ausencia de opciones laborales, le sigue una crisis de credibilidad del sistema político o del sistema económico como tal. Es ahí donde surge la anomia colectiva, que se manifiesta en un rechazo viceral que empero carece de identidad política e ideológica. Mi hipótesis es que este descontento de los titulados (una verdadera masa de 423.50 personas) ha generado la crisis política de 2019 y está detrás de la debacle del MAS.


Hoy, en el gobierno de Rodrigo Paz, existe un discurso meritocrático. Bienvenido que así sea. Empero, para que esto sea real, no solo es útil que se coloque en el gabinete a profesionales de larga trayectoria, de conocidas medallas y de costosas corbatas, sino que se instaure un Estado y un modelo económico que promueva y absorba esa ahora enorme masa de titulados que hoy por hoy carecen de empleo digno.


viernes, 14 de noviembre de 2025

El fin del postevismo: ¿Qué viene ahora?


El postevismo ha llegado a su fin. El gobierno de Luis Arce fungió como el puente entre la caída de Evo Morales en noviembre de 2019 y la renovada configuración política que emerge de las elecciones de agosto pasado. Rodrigo Paz y Edman Lara encarnan el deseo de renovación de liderazgos e inauguran, con su gestión, una nueva etapa política para el país.





El discurso plurinacional envejeció, y lo hizo mal. Cómodamente cobijados en las ideas de teóricos decoloniales (Mignolo, De Souza), los gobernantes del MAS (y sus intelectuales orgánicos) hablaban de cerrar las heridas infligidas por los españoles a los pueblos originarios hace 500 años. El contraste era brutal: simultáneamente, en 2010, apaleaban a indígenas que solo pedían que no se destruyera su hábitat con una carretera que cruzaba el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). 

Al mismo tiempo, quienes gobernaron este país durante casi 20 años, arropados en un discurso grandilocuente de defensa de la democracia —que ellos bautizaron “desde abajo”, “comunitaria” o “nacional popular”—, urdieron una y mil triquiñuelas para perpetuarse en el poder. En la práctica, negaban el único mecanismo de consulta directa al pueblo: el referéndum vinculante de 2016.


También postularon convertir a Bolivia en una plurinación y, entre 2006 y 2008, redactaron una nueva Constitución que borró todo atisbo de autogobierno para los territorios indígenas. A los grupos indígenas díscolos los anulaban; a los favorables, los cooptaban. En otras palabras, lo “plurinacional” resultó ser solo un significante vacío que los líderes del MAS no llenaron con contenido relevante. Fue, simplemente, un “dispositivo” útil para legitimarse y atornillarse en el poder.

En este contexto, la buena noticia es que retorna el juego político genuino. Es fácil administrar un país cuando se goza de cómodas mayorías en el Órgano Legislativo. El famoso esquema decisional en el que Evo mandaba y sus adláteres obedecían ha terminado. Hoy las mayorías absolutas no existen; deben construirse convenciendo, negociando y pactando. Esta dinámica es más lenta, sin duda, pero intrínsecamente más democrática.

La mala noticia es que este juego se desarrollará sin partidos políticos sólidos. Los actuales partidos con representación parlamentaria no son tales y adolecen de una representación real. Nadie, o muy pocos, se reclama militante del PDC, de LIBRE o de UNIDAD. Ninguno de ellos tiene enraizamiento social ni alcance territorial nacional. Siendo optimistas, podríamos decir que son partidos en fase de construcción. (En rigor, el MAS tampoco lo era: era una sumatoria de organizaciones corporativas que utilizaban el partido como vehículo para sus intereses sectoriales).

Al no haber partidos, tampoco hay políticos de carrera. Al parecer, esta carencia será suplida en la gestión de Rodrigo Paz con tecnócratas. Por ello se habla hoy de un gabinete técnico y no político, lo que marca una clara diferencia con los que posesionaban Evo Morales y Luis Arce. En ambos gobiernos, los espacios de poder correspondían milimétricamente a las organizaciones corporativas que componían el MAS: el Ministerio de Minería estaba reservado para los cooperativistas mineros (ratones cuidando el queso), el de Desarrollo Rural para la federación de campesinos, el de Culturas para las Bartolinas, y así sucesivamente.

Con todo, en la gestión gubernamental, ambos perfiles —el político y el técnico— cuentan por igual. El célebre Maquiavelo, en su obra El Príncipe, prescribía que el gobernante debía rodearse de consejeros sabios, leales y, sobre todo, no aduladores. En los gabinetes de los sucesivos gobiernos del MAS abundaban los aduladores y leales, pero escaseaban los sabios.

Al respecto, se cuenta que Víctor Paz Estenssoro —un político que hoy todos celebran como uno de los mejores de la historia boliviana— en su primera gestión (1952-1956) combinó ambos tipos de titulares de gabinete. Dejaba que el Ministerio de Minería lo definiera la Central Obrera Boliviana (COB), pero jamás permitía que nadie, excepto él, nombrara al titular del Ministerio de Hidrocarburos.

Las palabras claves de estos tiempos de postevismo son equilibrio y mesura, no radicalidad e irracionalidad. Rodrigo Paz ha comenzado a abrir Bolivia al mundo a través de un largo periplo por los Estados Unidos, pero el desafío es que no se olvide del mundo popular. Edman Lara, el vicepresidente, parece ser ese necesario contrapeso, el que pone los pies en la tierra y tiende un cable a los sectores más humildes. El éxito del nuevo gobierno residirá en ese balance.


lunes, 27 de octubre de 2025

El veredicto del balotaje: pragmatismo a prueba de ideologías.

 El veredicto del balotaje: pragmatismo a prueba de ideologías


El largo y agotador ciclo electoral ha concluido, disipando la incertidumbre que planeaba sobre el país. Finalmente, se ha develado el nombre de quien ocupará la Casa Grande del Pueblo durante el próximo quinquenio: Rodrigo Paz, líder del PDC, quien ha logrado la victoria con el 54, 73 % de los votos. Este resultado refleja una notable similitud con el obtenido por su predecesor, Luis Arce, que en 2020 alcanzó el 55 %, una cifra que también le aseguró el triunfo. Por su parte, Jorge Quiroga, en la que ha sido su mejor actuación electoral, consiguió un 45,27% de los votos, superando con creces sus resultados anteriores.



A la luz de estos datos, es pertinente formular algunas reflexiones:

a) Las empresas encuestadoras han salido de esta contienda profundamente desprestigiadas. Sus proyecciones erraron tanto en la primera vuelta, cuando daban por ganador a Samuel Doria, como en la segunda, al pronosticar la victoria de Quiroga. En ambos escenarios, el supuesto perdedor resultó ser el ganador. Los responsables de este fiasco dene una explicación, pues jugaron con las emociones de dos candidatos que, probablemente, ya se sentían vencedores y ensayaban traje y sonrisa para el dia de su posesión. El Tribunal Supremo Electoral, ente regulador de estas consultoras, debería actuar, ya que las encuestas intentaron, sin éxito, influir en la decisión de los votantes con información falsa o, al menos, dudosa.

b) El triunfo de Paz demuestra que la guerra sucia y el gasto desmedido en publicidad no garantizan la victoria. La premisa del asesor electoral de Quiroga, que sostenía que el electorado se guía más por la imagen que por la economía, y más por las emociones que por la razón, ha colapsado estrepitosamente. La estrategia no supo diferenciar entre el MAS como partido y el "masismo" como movimiento de masas que lo apoya. 

c) A diferencia de otros países, en Bolivia no fue posible un giro radical hacia la derecha, al estilo Milei. Los líderes de esta corriente liberal o libertaria, como Jaime Dunn y Antonio Saravia no lograron competir en las elecciones, y Tuto Quiroga, que terminó por enarbolar esta bandera, no consiguió el apoyo necesario para imponer esa visión. En cambio, tuvo mas tracción electoral el discurso mucho menos radical y más populista de Rodrigo Paz, encarnado en lemas como "el Estado tranca" o "capitalismo para todos". Este lenguaje, deliberadamente ambiguo, refleja el talante de la nueva administración de Paz, que utiliza ejes discursivos abiertos a múltiples interpretaciones. Siguiendo al pensador populista Ernesto Laclau -que concibe al populismo como la condición de existencia de la política-, tanto el "capitalismo para todos" como el "Estado tranca" serían significantes vacíos que cada actor llena a su conveniencia lo que permitió vehiculizar un discurso simple y en el fondo populista.

d) Aunque parezca extraño, la economía no fue el elemento central y definitorio de la votación. Como suele ocurrir, el electorado se guio por otros factores, como los clivajes regionales que vehiculizaron las identidades étnicas. Al observar el mapa electoral por departamentos, se constata que la gente votó siguiendo las mismas tendencias que existían antes de la crisis económica. La división entre Oriente y Occidente se mantuvo, con Santa Cruz liderando la inclinación hacia un candidato opuesto al preferido en el altiplano. 

e) Las redes sociales por sí solas no logran convencer al electorado; se limitan a repolarizar la política, sin conseguir atraer votos del bando contrario. A lo largo de la campaña, ambos contendientes se enfrascaron en una intensa guerra sucia, pero ninguno logró penetrar los bastiones de votos del rival. Lo que sí consiguieron fue reafirmar sus bases, fortaleciendo la posición política de sus seguidores, pero sin expandir su electorado a otros espacios.

En suma: La inédita segunda vuelta no trajo grandes novedades electorales. Esto confirma el viejo adagio de que la gente rara vez apoya cambios radicales. A pesar de lo que propugnen los polarizadores, el electorado suele votar por un candidato de centro, y así ha sido en esta ocasión. Esto hace adivinar el talante pragmático de la futura administración de Paz: una permanente negociación con los actores con poder tanto institucionales como no institucionales tratando de avanzar hasta donde se pueda en ciertas políticas y retrocendiendo en otra. Un tipo de gobierno que, en el fondo, corresponde con la debilidad del Estado boliviano. 





jueves, 23 de octubre de 2025

Bolivia: Los desafíos del próximo gobierno de Rodrigo Paz

 Tras una victoria contundente en la segunda vuelta electoral realizada el pasado domingo 19 de octubre, el nuevo gobierno de Rodrigo Paz enfrenta un panorama político complejo. El candidato de centroizquierda del Partido Demócrata Cristiano (PDC) se impuso con el 54% de los votos al obtener casi diez puntos de ventaja sobre su rival, Jorge Tuto Quiroga. Este triunfo no solo pone fin a dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), liderado por Evo Morales, sino que también confiere una sólida legitimidad a la nueva administración. Sin embargo, los retos que se vislumbran en el ámbito político, para el gobierno de Paz que asumirá el 9 de noviembre próximo son considerables. 




 

La primera gran prueba para Paz será la consolidación de su base de poder en el legislativo. La principal debilidad radica en que el Partido Demócrata Cristiano (PDC)  funcionó como un "vientre de alquiler", una estructura instrumental sin arraigo social o nacional que respaldara la candidatura. Aunque Paz capitalizó el voto del "núcleo duro" del MAS en varias regiones, no heredó la estructura partidaria ni la capacidad de movilización de su predecesor. Esta debilidad partidaria genera dos puntos de fricción:

 

Dentro de la bancada del PDC podrían emerger múltiples facciones, cada una buscando cuotas de poder. Las tensiones que ya se evidenciaron entre Paz y su compañero de fórmula, Edman Lara, durante la campaña podrían exacerbarse, complicando la gobernanza del Ejecutivo y la gestión de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP).

 

Así mismo, Paz deberá negociar consensos con otros partidos. Si bien cuenta con el respaldo explícito de Unidad de Samuel Doria Medina, que se concretó en el balotaje, las relaciones con el partido de Quiroga, LIBRE, son más tensas. Aunque comparten afinidades ideológicas (economía de mercado, apertura exterior, respeto a las instituciones), las secuelas de la agresiva campaña electoral dificultarán una posible alianza. La mayoría simple en la ALP está asegurada con la alianza del PDC con Unidad, pero para reformas de mayor calado, como un eventual cambio constitucional, necesita acercarse y pactar con LIBRE, que posee la llave de los dos tercios. 

Un segundo desafío crucial será la relación con los poderosos y decisivos movimientos sociales. El apoyo de estas organizaciones a la fórmula del PDC, si bien fue un factor determinante para su victoria, no garantiza una lealtad incondicional. Con un notable historial de empoderamiento político, estas organizaciones buscarán proteger sus privilegios y, si se sienten desfavorecidas, podrían recurrir a movilizaciones que amenacen la estabilidad social. Su apoyo será fundamental para legitimar cualquier ajuste económico y social. El manejo de las tensiones con estos sectores y la forma en que el nuevo gobierno gestione el legado del "masismo" serán vitales para mantener la estabilidad del país. En muchos sentidos estas son fuerzas antisistema que pueden bloquear el gobierno de Paz. 

 

La capacidad del nuevo gobierno para emprender cualquier política económica y social está condicionada por la superación de estos dos desafíos políticos: Se necesita un legislativo alineado con el Ejecutivo y una articulación efectiva con los movimientos sociales. 

 

Una vez resueltos los obstáculos políticos, el siguiente gran desafío es el económico. Paz recibe un país en crisis, con escasez de dólares, inflación y reservas internacionales en descenso. La eliminación de los subsidios a los combustibles, una medida crucial para la sostenibilidad fiscal, podría provocar un grave descontento social. El precedente de 2010, cuando Evo Morales tuvo que dar marcha atrás a un ajuste similar por la presión de los movimientos sociales, subraya la delicadeza de esta situación. 

 

El 19 de octubre no solo marcó el fin de una era política, sino que también abrió un interrogante crucial: ¿se encamina Bolivia hacia una verdadera transformación o hacia una continuación del modelo del MAS por otros medios?

 

La respuesta a esta pregunta definirá la dirección del país en los próximos años. Si el nuevo gobierno de Rodrigo Paz opta por la primera vía, será indispensable abordar reformas estructurales que permitan fortalecer las instituciones democrática. Estas reformas incluirían: Reducción del presidencialismo y generar un sistema de justicia libre de la influencia política.

 

Si, por el contrario, el gobierno de Paz se concentra únicamente en la solución de los problemas económicos más apremiantes —como la inflación y la escasez de hidrocarburos—, ignorando sus causas profundas, el modelo del MAS podría persistir. Este modelo se caracteriza por una economía de base estrecha, sin una industrialización significativa ni una generación estable de empleo.

 

Es probable que el MAS, ahora sin mayoría parlamentaria, ofrezca un margen de maniobra inicial a la nueva administración. Sin embargo, el panorama político no estará completo hasta las elecciones subnacionales del próximo año. Solo entonces se definirá con mayor claridad la nueva correlación de fuerzas en el país. Por ahora, Bolivia da sus primeros pasos fuera del dominio hegemónico del MAS y de la sombra de Morales. 

 

 

Sucre, octubre de 2025

 

sábado, 18 de octubre de 2025

Edman y J.P., los dos caras de la misma moneda

 La democracia es un mecanismo para reemplazar gobiernos, especialmente los deficientes, pero no para seleccionar a los ciudadanos más capacitados. Si ese fuera el objetivo, bastaría con organizar un concurso de méritos para designar a los "virtuosos" en el poder, pero el sistema democrático opera bajo otras premisas. En las democracias modernas, todos tenemos la posibilidad de elegir, pero también de ser elegidos, con la única limitación de la edad.

A raíz del reciente debate, se han incrementado las críticas hacia los candidatos vicepresidenciales Edman Lara y Juan Pablo Velasco. Desde diversas perspectivas, de izquierda a derecha, se les ha calificado como mediocres, ignorantes, neófitos y repetidores de guion, entre otros adjetivos. Aunque se coincide parcialmente con estas opiniones, parece más productivo analizar los factores que permiten este fenómeno, en lugar de insistir en la crítica a los individuos.



Esta situación se explica por tres factores principales. En primer lugar, la debilidad de los partidos políticos. Si estos funcionaran como verdaderos semilleros para la formación de líderes, la historia sería distinta. Idealmente, los partidos operan como escuelas de cuadros, donde se preparan los futuros políticos. Aunque a veces surgen individuos corruptos o demagogos, esta posibilidad es menor cuando existen formaciones sólidas, como el MNR o el POR en 1952, o el MIR en 1979. Probablemente, el debate habría sido diferente si, en lugar de usar Twitter, Juan Pablo Velasco hubiera leído a Gabriel René Moreno o a Alcides Arguedas. De igual modo, la situación sería diferente si Edman Lara, en vez de crear contenido para TikTok, hubiera dedicado tiempo a los ensayos de Carlos Medinaceli o a la poesía de René Zavaleta.
El segundo aspecto es la cultura política actual. Hoy, una gran parte de la ciudadanía apoya la renovación de candidatos en cada elección, rechazando a quienes ya han ocupado un cargo. Esta actitud lleva a que, cuando un diputado o senador busca la reelección, sea inmediatamente atacado en redes sociales. Si bien un cierto grado de renovación es necesario en cualquier ámbito, convertirla en un fin en sí mismo es un error. La política, como cualquier oficio, requiere acumulación de experiencia. Candidatos como Lara o Velasco no surgen de la nada; se postulan, a pesar de su falta de preparación, porque existe una percepción generalizada que los legitima, asumiendo que la novedad es sinónimo de aptitud para cualquier cargo, incluso la vicepresidencia.
El tercer factor es el notable desinterés por la militancia política. Abundan las críticas hacia Lara y Velasco, pero ¿cuántos de los profesionales "bienpensantes", supuestos adalides de la razón y la lógica, se atreven a participar activamente en política?. Es fácil criticar desde la comodidad de una tribuna a quienes carecen de iniciativa o talento.
Max Weber definió la política como una profesión más, una actividad humana de la que algunos viven. Mientras unos son profesores o veterinarios, otros se dedican a la política, un oficio a veces ingrato, pero indispensable para la vida en sociedad. Pensar que el oficio político es exclusivo de profesionales de clase media y gran cultura es un error que debilita la democracia, pues legitima a demagogos que, una vez en el poder, la destruyen.