El postevismo ha llegado a su fin. El gobierno de Luis Arce fungió como el puente entre la caída de Evo Morales en noviembre de 2019 y la renovada configuración política que emerge de las elecciones de agosto pasado. Rodrigo Paz y Edman Lara encarnan el deseo de renovación de liderazgos e inauguran, con su gestión, una nueva etapa política para el país.
El discurso plurinacional envejeció, y lo hizo mal. Cómodamente cobijados en las ideas de teóricos decoloniales (Mignolo, De Souza), los gobernantes del MAS (y sus intelectuales orgánicos) hablaban de cerrar las heridas infligidas por los españoles a los pueblos originarios hace 500 años. El contraste era brutal: simultáneamente, en 2010, apaleaban a indígenas que solo pedían que no se destruyera su hábitat con una carretera que cruzaba el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).
Al mismo tiempo, quienes gobernaron este país durante casi 20 años, arropados en un discurso grandilocuente de defensa de la democracia —que ellos bautizaron “desde abajo”, “comunitaria” o “nacional popular”—, urdieron una y mil triquiñuelas para perpetuarse en el poder. En la práctica, negaban el único mecanismo de consulta directa al pueblo: el referéndum vinculante de 2016.
También postularon convertir a Bolivia en una plurinación y, entre 2006 y 2008, redactaron una nueva Constitución que borró todo atisbo de autogobierno para los territorios indígenas. A los grupos indígenas díscolos los anulaban; a los favorables, los cooptaban. En otras palabras, lo “plurinacional” resultó ser solo un significante vacío que los líderes del MAS no llenaron con contenido relevante. Fue, simplemente, un “dispositivo” útil para legitimarse y atornillarse en el poder.
En este contexto, la buena noticia es que retorna el juego político genuino. Es fácil administrar un país cuando se goza de cómodas mayorías en el Órgano Legislativo. El famoso esquema decisional en el que Evo mandaba y sus adláteres obedecían ha terminado. Hoy las mayorías absolutas no existen; deben construirse convenciendo, negociando y pactando. Esta dinámica es más lenta, sin duda, pero intrínsecamente más democrática.
La mala noticia es que este juego se desarrollará sin partidos políticos sólidos. Los actuales partidos con representación parlamentaria no son tales y adolecen de una representación real. Nadie, o muy pocos, se reclama militante del PDC, de LIBRE o de UNIDAD. Ninguno de ellos tiene enraizamiento social ni alcance territorial nacional. Siendo optimistas, podríamos decir que son partidos en fase de construcción. (En rigor, el MAS tampoco lo era: era una sumatoria de organizaciones corporativas que utilizaban el partido como vehículo para sus intereses sectoriales).
Al no haber partidos, tampoco hay políticos de carrera. Al parecer, esta carencia será suplida en la gestión de Rodrigo Paz con tecnócratas. Por ello se habla hoy de un gabinete técnico y no político, lo que marca una clara diferencia con los que posesionaban Evo Morales y Luis Arce. En ambos gobiernos, los espacios de poder correspondían milimétricamente a las organizaciones corporativas que componían el MAS: el Ministerio de Minería estaba reservado para los cooperativistas mineros (ratones cuidando el queso), el de Desarrollo Rural para la federación de campesinos, el de Culturas para las Bartolinas, y así sucesivamente.
Con todo, en la gestión gubernamental, ambos perfiles —el político y el técnico— cuentan por igual. El célebre Maquiavelo, en su obra El Príncipe, prescribía que el gobernante debía rodearse de consejeros sabios, leales y, sobre todo, no aduladores. En los gabinetes de los sucesivos gobiernos del MAS abundaban los aduladores y leales, pero escaseaban los sabios.
Al respecto, se cuenta que Víctor Paz Estenssoro —un político que hoy todos celebran como uno de los mejores de la historia boliviana— en su primera gestión (1952-1956) combinó ambos tipos de titulares de gabinete. Dejaba que el Ministerio de Minería lo definiera la Central Obrera Boliviana (COB), pero jamás permitía que nadie, excepto él, nombrara al titular del Ministerio de Hidrocarburos.
Las palabras claves de estos tiempos de postevismo son equilibrio y mesura, no radicalidad e irracionalidad. Rodrigo Paz ha comenzado a abrir Bolivia al mundo a través de un largo periplo por los Estados Unidos, pero el desafío es que no se olvide del mundo popular. Edman Lara, el vicepresidente, parece ser ese necesario contrapeso, el que pone los pies en la tierra y tiende un cable a los sectores más humildes. El éxito del nuevo gobierno residirá en ese balance.
%207.22.37%E2%80%AFp.%C2%A0m..png)
%208.29.16%E2%80%AFa.%C2%A0m..png)
%204.49.27%E2%80%AFp.%C2%A0m..png)
%209.52.44%E2%80%AFp.%C2%A0m..png)
%209.07.02%E2%80%AFa.%C2%A0m..png)