domingo, 15 de septiembre de 2024

EL PELIGROSO ENCANTO DE LA SIMPLICIDAD

A los políticos bolivianos les encanta la simplicidad. Desde el presidente del Estado hasta los dirigentes sociales; desde las autoridades académicas hasta los dirigentes vecinales han dado sobradas muestras de ello. No se trata de una práctica novedosa ni aislada, pero su práctica en las últimas semanas de crisis política y económica se ha hecho constante y peligrosa. 


 

Para empezar, el presidente Luis Arce en un discurso televisado, en un horario de máxima audiencia y con un aire de profesor universitario, ha culpado de la falta de dólares y provisión de diésel, a los gobiernos anteriores de los que él mismo fue parte. No se entiende cómo Arce puede olvidar su propio pasado y pretender condenarlo sin condenarse el mismo. Por si esto fuera poco, para salir de la crisis Arce propone volver a los consejos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) creada en 1958 que propuso sustituir importaciones para evitar los “injustos” términos de intercambio comercial entre los países imperialistas, productores de bienes, y los latinoamericanos productores de materias primas, cuando ella ya ha sido rechazada por la propia realidad. Quisimos hacer nuestras propias computadoras Quipus y nos fue como en feria de pueblo migrante, quisimos tener nuestro propio satélite y todo se fue al cohete. Hoy no se trata de producir lo mismo que se fabrica en otras latitudes, se trata de insertarse en los mercados globales como lo hacen, sin ir muy lejos, los agroemprendedores de orégano de Tomina. 

 

Los opositores también tienen su lugar en esta lógica de la simplicidad.  En su versión de oposición política no partidaria está el rector de la Universidad Gabriel René Moreno, Vicente Cuellar que, sin más, ha liderizado un movimiento que rechaza los resultados del Censo 2024 al que la tilda de fraudulenta por no coincidir, dice, con sus propios datos. La misma postura han tenido los lideres de la oposición partidaria como Luis F. Camacho de Creemos y Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana.  

 

Aunque sus razones pueden ser valederas, las preguntas son: si se invalida en Censo de 2024 ¿Con qué información se trazarán las líneas maestras de las políticas de desarrollo nacional, departamental y municipal para la próxima década? ¿Cómo podremos saber dónde están las mayores carencias económicas y sociales? ¿Cómo tendremos certeza de dónde se generan las mayores inequidades y por qué?. Afortunadamente, Carlos Hugo Molina, un intelectual cruceño nada dado a las explicaciones fáciles ni a las verdades de Perogrullo, ya basa sus opiniones en los datos del último Censo para estudiar las claves del desarrollo interdepartamental, como se puede ver en su última columna publicada en Correo del Sur el pasado 10 de este mes titulada “El Censo no modifica las claves del desarrollo territorial”.

Por otro lado, las posturas opositoras demandan un aumento de respaldo económico para lograr desarrollo.  Se habla de un pacto fiscal o de un fondo de compensación para regiones pobres como Chuquisaca o Potosí. Hasta ahí todo bien, el problemas es que estas ideas olvidan que el desarrollo no solo es asunto de dinero sino de institucionalidad. Por ejemplo, entre el periodo 2006 y 2017 Chuquisaca recibió por concepto de regalías y transferencias la cifra récord de Bs. 16.647.000 (unos 2.391 millones de dólares al cambio oficial), sin que se haya generado crecimiento productivo ni detenido el persistente éxodo de habitantes de este departamento. Desgraciadamente, ese dinero convirtió en ricos a los nóveles políticos que aparecieron en 2006, o se hizo humo en cargos y proyectos inviables. En economía los recursos son condición necesaria pero no suficiente. 

 

Si no tenemos proyecto departamental, una burocracia eficiente y un liderazgo local, nunca sabremos en qué usar los recursos, tampoco sabremos cómo hacerlo y no tendremos a alguien a cargo de las riendas regionales.  

 

Los gobernantes y los opositores se niegan a tratar de entender cómo funcionan nuestras economías y nuestras sociedades y tampoco son dados a profundizar en los problemas y en los resultados de sus propios proyectos. El resultado solo puede ser favorable a ellos pero no a la sociedad que pretenden dirigir. Lo que en el fondo buscan es polarizar con ideas simples que siempre tienen más llegada que los razonamientos complejos. Tiene razón el filósofo español Daniel Innerarity cuando sostiene en su libro Una teoria de la democracia compleja que “la principal amenaza a la democracia no es la violencia o la corrupción, sino la simplicidad”. 

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Comentarios al libro Malpaís de Cesar Rojas Ríos


En la última década se ha producido un interesante debate en torno a la meritocracia. Filósofos como el profesor de la Universidad de Harvard Michael Sandel en su libro
 Tiranía de la meritocracia sostiene que buena parte de los conflictos políticos y sociales que aquejan a nuestras sociedades tienen que ver con la lucha por el éxito y por el consiguiente resentimiento de aquellos que no tuvieron la suerte de abordar el ascensor del prestigio social. Por ello, Sandel propone repensar en una  búsqueda de una sociedad donde prime el bien común más allá “de tanta clasificación y tanto afán de éxito”.

En contraposición a Sandel la ensayista y periodista francesa Sophie Coignard en su libro La tiranía de la mediocridad plantea la paradoja de que, justamente aquellas personas que hoy están contra la meritocracia son nacidas en familias de clase media y hasta humildes, entre ellos el propio, Sandel y otros (Bourdieu, Foucault) que llegaron por sus esfuerzos y talento a las altas cumbres del prestigio social y académico sin que su origen haya sido un obstáculo. La segunda postura que tensiona la hipótesis de Sandel es del filósofo norcoreano, Byung-Chul Han cuyo libro La sociedad del cansancio hace una crítica demoledora de la sociedad del éxito, que habría provocado una suerte autoexplotación de los sujetos, al punto de generar una sociedad neurótica y al borde la psicosis colectiva. 

 

Ahora bien, lo curioso es que estos son asuntos propios de las  sociedades occidentales, no de las latinoamericanas ni peor aún de la boliviana. El libro Malpaís. Asenso de los mediocres seriales y muerte en vida de las instituciones de Cesar Rojas, parte de esta postura y creo que abre la senda de una nueva perspectiva que permite estudiar y entender mejor nuestro país.  

 

Rojas propone que el problema en Bolivia no es que lleguen al éxito los que tienen merito sino que tienen demérito. El dilema no es que arriben los mejores a la cima y desde ahí vean con desdén a los que aun esforzándose no logran el éxito. No. El problema es que llegan los peores a la cima y desde ahí miran con soberbia a los mejores. El asunto no es que la personas hayan alcanzado las altas esferas de la responsabilidad social y política por su méritos sino que son los medianos los que han logrado colocarse en estos lugares. 

 

Estos mediocres “pomposos sin conciencia de su mediocridad van en busca de los reflectores sociales” y hoy han tomado las altas responsabilidades institucionales y hoy están como directores de empresas estatales, como ministros, como  gobernadores, como alcaldes y como autoridades académicas  sin que se les sonroje la carta de verguenza por estar en puestos para los cuales no tienen ni la más mínima capacidad. Han llegado a esos espacios apañados por procesos electorales “degradados, alejados de la deliberación y el debate informado y razonados” prometiendo dádivas y ventajas, regando alcohol y abundante comida en las gargantas de sus acólitos, prometiendo todo sin que, naturalmente, puedan cumplir ninguna de sus propuestas por la básica razón de que están absolutamente descalificados hacerlo.

 

Por eso, es casi una extravagancia, una utopía, el rediseño de las instituciones bajo la promesa de mejorar las eficiencia y eficacia de las mismas. El texto sostiene que existe una simbiosis entre lo degradada que está la institución y lo mediocres que la dirigen. “La institución vale lo que valen las personas”, dice Rojas. En estas condiciones “la tarea infatigable no es el rendimiento institucional, sino el acrecentamiento de poder: más poder, mejor; más alto el cargo, mejor; más ingresos, mejor. Y así siguen alimentando el bucle”.

 

Por eso y siguiendo el razonamiento de nuestro autor, quizá el problema en Bolivia tenga que ver con el Estado o con el estado del Estado. Tenemos instituciones débiles que son capturadas por los mediocres. Aquí no es que el Estado tenga normas y reglas que limiten el avance de los mediocres sino que es un Estado que pacta con ellos, que convive con ellos. Es un proceso de secuestro institucional donde el jefe y sus camarillas se fagocitan a la institución  que “ya no hace lo que debería, más bien hace lo que no debería”.

 

De este modo, las instituciones en nuestro país son entes que crecen y se desarrollan a la inversa de los fines para los que fueron creadas.  Los mediocres y sus camarillas contruyen normas internas, desarrollan una institucionalidad paralela, creada para sostener en el poder al jefe y para mantener en sus privilegios a sus fieles camarillas. La disputa politica, en estas condiciones, no es una lucha entre  propuesta o ideologías distintas, como deberia ser, sino camarilla contra camarilla, cheque contra cheque y billete contra billete, igual que en el siglo XIX. 

 

No podria dejar que mencionar una propuesta metodológica del libro que sostiene que los mediocres se definen por que aman la cantidad, adoran lo enorme. Esto es un indicador infalible. Los mediocres son constructores de edificios, de canchas, de grandes bloques de cemento; son los que convocan a marchas y desfiles multitudinarios . Son los que alientan a coser la bandera más larga del mundo, a cocinar el mondogo mas grande del mundo, a hornear la salteña mas enorme del mundo, todo grande y pomposo, como corresponde para tapar su medianía, su letal mediocridad. 



Finalmente ¿Cuál el desafio que César Rojas platea a nuestra sociedad? ¿Cómo cambiar esta situación? El autor en varias partes de su libro hace alusion al mito de Sísifo, donde lo recurrente es que “la piedra solemne de las esperanzas vuelva a rodar colina abajo, al llano de la frustración y la desesperanza, para hoy tener que plantearnos levantarla nuevamente desde punto cero”. Quizas esa sea la pauta para el momento de hoy. Luchar desde donde toque, para hacer sonrojar de vergüenza al mediocre que ha asaltado las instituciones. Finalmente, Sisifo en un héroe absurdo pero héroe al fin, donde la certidumbre del fracaso no aminora el empuje de su lucha. 

 

 

Sucre, julio de 2024

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 1 de septiembre de 2024

¿EXISTE EN BOLIVIA UN MODELO PLURINACIONAL Y ESTATISTA?

 Muchos caracterizan a Bolivia como un Estado plurinacional (EP) y a su economía como estatista. Lo primero estaría prescrito claramente en la actual Constitución Política del Estado Plurinacional (CPEP) y lo segundo en la gestión “socialista” del gobierno del MAS. Empero, ambas visiones son erradas, porque el Estado boliviano, en rigor, no es lo uno ni lo otro. 

Luego de más de 15 años de promulgada la nueva Constitución, la plurinacionalidad es una ficción. No existen 36 naciones en sentido estricto porque toda nación para serlo necesita cierto grado de dominio y de autodeterminación sobre el territorio que reclama suyo, lo que claramente no se ha dado. Ninguna nación, de las 36, hoy tiene poder sobre su sistema político y ni qué decir sobre el destino o explotación de sus recursos naturales. Todas ellas han sido absorbidas, cooptadas, anuladas o silenciadas por el proyecto hegemónico del MAS. 

 

El EP es un fracaso no porque existieran actores con poder que se opongan al estado soñado por los intelectuales decoloniales. El freno al EP no ha sido ni la derecha señorial ni la clase nueva clase media citadina, sino, paradójicamente, el propio MAS. Este partido aliado a las elites políticas aymaras y quechuas, ha socavado el proyecto plurinacional desde dentro. Los grupos étnicos de tierras altas, en vez de empujar sus “naciones” hacia formas institucionales estatales autónomas, optaron por sumarse al proyecto centralista del MAS.  Dicho de otra manera, no existe el EP porque las fuerzas que confabulan contra ella son los propios actores que dicen defenderla y propugnarla.

 

Por su parte, en el caso de las etnias de tierras bajas, cuando quisieron ejercer su derecho a la autodeterminación solo hallaron represión del gobierno, como ocurrió con la marcha de defensa del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) en agosto de 2011.

 

El otro asunto es la creencia que existe un modelo económico estatista en Bolivia. ¿Realmente esto es verdad? No lo parece: las exportaciones mineras que hoy ocupan el 48% de las exportaciones bolivianas son producto de la actividad privada (trasnacionales y cooperativistas); lo mismo pasa con la exportación de soya, girasol y sus derivados que ocupan el 11.8% del total de exportaciones boliviana; tampoco la banca está nacionalizada y el comercio y la libre exportación e importación de bienes, (en buena parte contrabando) están en auge ¿De qué modelo estatista hablamos?. Para mayor abundamiento, si nos vamos a la composición del empleo, en nuestro país el 53% del total pertenecen al sector terciario, comerciantes, mecánicos, transportistas y vendedores de comida que cada día salen a las calles a rendir culto al mercado.

 

A pesar de estas evidencias, hay quienes creen que el EP y el modelo económico estatista realmente existen, que no son una ficción. En el primer caso, el politólogo Luis García en un artículo publicado en Péndulo Político en 25 de agosto pasado, sostiene que el EP está vivo pero en miniatura, que es como una bella plantita que crecerá en el largo plazo de manera inevitable, porque ella está inscrita “normativamente” en la actual Constitución: “solo faltaría ver al Estado Plurinacional como imaginarios, como algo que está por venir, por configurarse”, afirma García. En otras palabras, solo haría falta tener la paciencia  de un budista Zen y esperar que lo que hoy son solo arbustos y tierra baldía, mañana sean árboles frondosos y tierras fértiles. 

 

En el segundo caso, el economista Antonio Saravia, sostiene que el estatismo es una planta carnívora que se fagocita a emprendimientos y emprendedores. En una entrevista en el programa OscarOrtizTV, Saravia señala que el estatismo en Bolivia es “un modelo que reprime y aplasta al individuo al punto que no le deja desarrollar su proyecto de vida”. Con empresas nacionales, transnacionales, cooperativas y contrabandistas desarrollando su proyecto de vida capitalista sin control estatal alguno es difícil creer a Saravia.  

 

El EP y el estatismo, no son cosas que existan y menos de que vayan a serlo en el futuro. Lo que hoy tenemos es un Estado fuertemente centralizado con un partido de vocación totalitaria que destruye todo intento de autonomía y determinación de las unidades subnacionales municipales, más una economía donde la lógica del libre mercado domina gran parte del trasiego empresarial y comercial boliviano.

 

El estado no es producto del monopolio de la violencia legitima como reza la conocida  definición de Max Weber. En realidad el estado no lo puede todo, no es todopoderoso en modo alguno, antes bien, como sostiene Michael Mann es un arena, un espacio de lucha entre actores con poder. El producto de esta lucha es el estado realmente existente y no las utopías o falsedades que algunos creen ver. Por ello, lo que tenemos en Bolivia es un clásico Estado-nación que celebrará su Bicentenario el próximo año y no un Estado Plurinacional de cuyo cumpleaños muy pocos se acuerdan. 

 

 

viernes, 16 de agosto de 2024

¿A QUIEN LE INTERESA DECIDIR?

Según los anuncios, en diciembre de 2024, los bolivianos asistiremos a la urnas para tomar decisiones de todo color y sabor. Según la propuesta presidencial del 6 de agosto pasado, tendremos que optar sobre si Evo Morales va o no como candidato en 2025; también se consultará si el Tribunal Supremo Electoral (TSE) obedece o no al último Censo y cambia la actual distribución de número de diputados por departamento en función de su población; por último, nos encargarán dar un voto afirmativo o negativo en relación a suspender el congelamiento en los precios de los carburantes. Por si esto fuera poco, el pasado martes, el TSE ha anunciado la realización de elecciones judiciales para el uno de diciembre del presente año.  

 

Pero, ¿A quién le interesa decidir sobre estos temas? A muy pocos en realidad. Esto ocurre por la sencilla razón que estos asuntos ya están escritos en la actual Constitución Política del Estado Plurinacional (CPEP) y no cabe consulta alguna.  El tema de la reelección ya está clara: no puede haber más de una reelección continua y quienes violen este mandato deben sufrir pena corporal; lo mismo ocurre con la distribución de escaños por departamento, y ni qué decir de la facultad privativa del presidente del Estado para tomar decisiones en asuntos de política económica. 

 

En rigor, todos estos temas los bolivianos ya lo hemos resuelto en 2009, cuando aprobamos por mayoría y en referendo la Carta Magna que fue discutida en Sucre, disputada en la Calancha (con saldos de heridos y muertos) y, finalmente, redactada en Oruro. Lo que cabe solo es su aplicación razonada y rigurosa. 




 

Analizando caso por caso, las elecciones judiciales no despiertan expectativa porque la gente está persuadida que gane quien gane, la justicia no se hará más competente, más rápida y más honesta sino todo lo contrario. Por su lado, si gana la opción del no a la reelección, Morales estará vetado de postular a un nuevo mandato, pero, en realidad,  no se habrá avanzado mucho, ya que dada la escuálida situación de la oposición partidaria, es poco probable que en las próximas elecciones presidenciales triunfe otro candidato que no sea uno de las filas azules. Se elegirá a uno más joven o más viejo, más letrado o más bárbaro, pero el resultado será el mismo: la continuación del evismo sin Evo. 

 

Lo mismo pasa con la posible consulta respecto al levantamiento de la subvención a los carburantes. Cualquier opción que gane, la situación será la misma: no tenemos un aparato productivo robusto que genere divisas por exportaciones que puedan sustituir a la declinante producción de gas y petróleo. Finalmente, en el tema de la redistribución de los curules por departamento, sea cual fuere el veredicto de las urnas, se mantendrá la lógica gubernamental de debilitar o anular el poder de las regiones. 

 

En suma, todas las consultas o elecciones propuestas no importan a la gente sino a las elites políticas. Las facciones evista y arcista buscan que la ciudadanía, con su voto, defina aquello que ellos no pueden o no quieren resolver. Es verdad que todos estos temas hoy copan los titulares de periódicos, y la política pareciera girar sobre estos ejes de discusión, sin embargo esta no es la realidad. La gente siente que todos esos puntos son asunto de políticos pero no de ellos, no del mundo popular que ve que la capacidad adquisitiva de sus ingresos disminuye cada día. 

 

Hoy existe una doble polarización en nuestro país. La primera que envuelve a la elites políticas masistas y su pelea interna y que ya ha ocasionado un descalabro político y económico de proporciones. La segunda, menos notoria, es la que se da entre la gente y el MAS. La política en Bolivia vive en realidades paralelas, con prioridades y agendas distintas. 

 

El MAS cree que está actuando bien porque hasta el momento no encuentra partido opositor competitivo. Sigue dilapidando su capital político como si este fuera eterno. No se da cuenta o no quiere darse cuenta del mensaje de octubre de 2019: la gente, aún sin dirección y liderazgo político, puede salir a las calles a desalojar del poder a un mal gobierno y para ello no necesita ni de elecciones, ni de consultas ni de referéndums, solo de su poder en las calles. 

 

Sucre, agosto de 2024

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

CONDENADOS A COEXISTIR

Evo Morales no se percata o no quiere hacerlo, que su proyecto político ha sufrido un profundo desgaste, que su presidencia está gravemente deslegitimada y su rol como líder está en cuestión. Si Morales continúa leyendo la realidad política del país, como si nada hubiera pasado, como si su liderazgo seguiría tan fuerte y potente como en el pasado, Bolivia, como comunidad política, está al borde de la autodestrucción.



Por su parte, la oposición no se da cuenta o no quiere hacerlo, que no tiene una fuerza política suficiente que sea capaz de vencer a Morales sin atenuantes, casi hasta borrarlo del mapa político. Si la oposición continúa construyendo proyecto y discurso sobre la posibilidad de la derrota absoluta y total del MAS y de Morales, el país no tiene salida posible.
Aún cuando se diera un éxito/derrota total de cualquiera de los actores en pugna, el país continuaría siendo ingobernable, por la sencilla razón que hoy existe una fractura política y social muy profunda, que necesita una paciente ingeniería política, que acople los pedazos y reconstruya lo que ha quedado de la comunidad política boliviana. Labor que necesita, paradójicamente, de la participación conjunta de quienes hoy parecen odiarse a muerte.
Ayudaría mucho si los actores en conflcito revisaran (en serio y no con cálculo político) los resultados de las elecciones del 20 de octubre, en las que, como señala el escritor Jorge Fernández Díaz “los que querían ganar no ganaron. Y los que ganaron, no lo hicieron como querían”. El MAS no logró repetir sus altas votaciones anteriores pero tampoco la oposición logro superar en votos a Morales. La sociedad el 20/10 ha lanzado un claro mensaje a las elites políticas: están condenadas, por su propio bien, a coexistir.

lunes, 14 de octubre de 2019

PARA ENTENDER EL MOVIMIENTO CÍVICO POTOSINISTA


a)      Potosí tiene una fuerte identidad local que está basada en un hecho trágico pero real: Potosí lo dio todo y no recibió nada a cambio. En la colonia su plata sirvió para la dinamizar el comercio europeo, así como en la Republica para financiar el estado, pero nunca pudo internalizar ese excedente, nunca sus riquezas beneficiaron a la ciudad y menos a sus provincias. Esto, el potosino lo siente como una tragedia, como una afrenta a su dignidad, un terrible agravio.

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b)      Esta identidad, de gran fuerza movilizadora, lleva a los potosinos a respaldar militantemente medidas de presión regionalistas. Los ejemplos son muchos, veamos los más relevantes:  en 1976 en las postrimerías de la dictadura banzerista mitad hubo una multitudinaria marcha convocada por COMCIPO para pedir la construcción de una planta de fundición de zinc; en 1986 la ciudad  hizo huelgas y paros para que el gobierno de Victor Paz pusiera en funcionamiento de la planta de Karachipampa; en 1990 se realizaron paros, marchas y huelgas de hambre realizó pidiendo mejores condiciones para el contrato con la Lituin corporation que buscaba explotar el salar de Uyuni; en 2003 COMCIPO hizo movilizaciones para defender al MAS y la hoja de coca y, por último, en 2010 la ciudad ingresó en una huelga de 19 días.

c)       El gran problema con estas movilizaciones es que no lograron sus objetivos casi nunca: no consiguieron, en la década de los 70, que se instale una planta de fundición de zinc; ni en los 80 pudieron poner en marcha la planta de Karachipampa,  ni lograron mejores recursos del salar de Uyuni en la década de los 90; ni lograron que Evo cambie su política hacia Potosí en 2010.

d)      La explicación es muy simple: Potosí carece un proyecto regional. Sus líderes cívicos son muy hábiles para movilizar a la población, pero poco duchos para construir un proyecto potosinista, que vaya más allá del corto plazo.  La prueba es que los líderes potosinistas nunca pensaron seriamente en autonomías, ni en propuestas que busquen aumentar el  poder del departamento sobre sus recursos naturales; es más, desconfiaron de toda propuesta tendiente a aumentar su poder territorial, al punto que, entre 1989 y 1993, los cívicos se opusieron a la descentralización y en 2007 COMCIPO hizo huelgas y marchas apoyando al MAS en su rechazo a la propuesta autonómica cruceña, tildándola de oligárquica y antinacional.
Potosí hoy está en una nueva huelga que pide mejores condiciones para el litio que está en su territorio, una huelga que apunta a generar descrédito al MAS antes que al despliegue de un proyecto regional que, reitero, no existe.

sábado, 14 de septiembre de 2019

¿SE REACTIVA EL REGIONALISMO CRUCEÑO?

Los análisis políticos son muy afectos a mirar los resultados de las encuestas a nivel nacional,  más interesados en saber si habrá o no segunda vuelta y pendientes del margen de votación de Morales respecto del segundo mejor posicionado.

Empero, una lectura un poco más centrada en lo subnacional nos puede deparar algunas novedades. En concreto, según las últimas encuestas, en Santa Cruz, a diferencia de lo que pasa en otros departamentos, la disputa electoral no está entre Morales y Mesa, sino entre Morales y Oscar Ortiz .

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Mi hipótesis es que estos resultados se presentan porque en Santa Cruz se ha reactivado el regionalismo que había mostrado su potencia entre 2002 y 2009 que, más allá de los cabildos y movilizaciones para defender la autonomía departamental, se patentizaba en los resultados electorales: en Santa Cruz ganaban los partidos “neoliberales” así como en departamentos de occidente como Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y La Paz vencía Morales. Había, qué duda cabe, una fractura política no solo ideológica sino territorial.

La reactivación de este regionalismo se ve palpablemente en las últimas encuestas, donde el partido Bolivia dijo No tiene en Santa Cruz un respaldo importante. Esto quiere decir que, a la hora de votar, los cruceños lo harán pensando en un partido que, perciben, representa mejor su idea de futuro político. Tanto a Mesa como a Morales les cuesta conectar con el electorado cruceño. Para esa ciudadanía, tanto el MAS como Comunidad Ciudadana son vistos como partidos nacionales, como expresión del centralismo andino y colla, que se habría reforzado con los 13 años de gestión de Morales.

Las dificultades con las que ha tropezado las unidad entre Comunidad ciudadana y Bolivia dijo No, es otra muestra de la dimensión regional de la politica,  con lo complicado que resultaba para un partido regional como BDN aceptar  a un candidato no cruceño. No es  equivocado suponer que para BDN el respaldar a Mesa implicaba un costo político, que les hizo plantear tal cantidad de exigencias al candidato de CC que, al final, estalló la posible coalición.

Este regionalismo, que la literatura especializada llama “clivaje centro –periferia, puede haberse agravado por el incendio en la Chiquitanía. Una tragedia de esta magnitud tiene una dimensión territorial relevante en el imaginario cruceño, que llamaría a la gente de este departamento, a reactivar el compromiso con “su” territorio.  Una de sus manifestaciones, ha sido la reacción violenta que se dio de parte de grupos de jóvenes opositores, ante el anuncio de la llegada de campesinos "del bloque chiquitano" para pedir que la gobernación anule su disposición de pausa ambiental.

Se dice que el 2009 se dio el fin de la disputa entre gobierno y oposición, eso es cierto, pero también lo es que ese año se dio el fin de la disputa entre una región cruceña cuyo regionalismo se condensó en la propuesta de autonomías departamentales y un centro politico que logro reinventarse a la cabeza de Evo Morales. Sin embargo, esto o quiere decir que se haya desactivado el regionalismo cruceño, está presente delineando instituciones, discursos y proyectos políticos.