sábado, 11 de febrero de 2017

EVO MORALES Y LAS ELITES BOLIVIANAS

El presidente de la Cámara de senadores  José Alberto Gonzales ha dicho que la gente que votó por el no en el pasado referendo lo hizo “con el hígado”, con las emociones.  Está claro que lo que ha hecho Gonzales es recoger la línea del gobierno que, en su afán de deslegitimar los resultados del referendo del 21 de febrero del año pasado, trata de convencer de que su derrota fue porque la gente que acudió al referendo y voto por el No, lo hizo engañada, molesta, llena de ira y rabia, por asuntos que eran, en el fondo, falsos ( Fondioc, Zapata).
Bolivia es un país lleno de emociones políticas. Aunque son varias las cosas que emocionan a los bolivianos una en especial la convoca: la lucha contra las elites. Para el imaginario político boliviano las elites son esencialmente insensibles, explotadoras y abusivas. Gran parte de su lucha política se ha dado para librarse de ellas. Tiene dos momentos relevantes: en 1952, cuando se expulsó a los más grandes prominentes de la elite minera boliviana como Patiño, Horschild y Aramayo; y en 2003 cuando los movimientos sociales sacaron del poder a Gonzalo Sánchez de Lozada, cabal expresión de la elite boliviana que se había enfangado en ineficiencia y corrupción.  En ambos casos, esta expulsión de la elite a la vez ha significado la presencia de un líder poderoso que gobierna el país por largo tiempo: Víctor Paz en 1952, Evo Morales en 2005.


Como ocurre con toda emoción política, la rabia y el enojo contra las elites no cambia con el tiempo, ellas están ahí, ocultas, olvidadas, en estado de latencia, hasta el momento en que viene el personaje que las hace despertar y las convierte en factor de movilización política, de lucha por el poder. Este sentimiento antielite va más allá de las clases sociales, la portan por igual las clase citadinas como las rurales, las clase pobre como las clases medias, aunque es posible pensar que los que la politizan son intelectuales de la clase media que teorizan sobre esta emoción, la revisten de racionalidad y de tradición teórica, la convierten en proyecto político. El 1952 quienes teorizaron sobre las elites fueron Carlos Montenegro y Walter Guevara; y en 2003 fueron los intelectuales nucleados en torno al grupo Comuna: Tapia, García y Prada.
La clave es que este sentimiento antielite, puede volverse en contra de los que antes lucharon contra la elite, cuando para la mirada de la masa, ellos se convierten en elites también. Esto es lo que pasó con Víctor Paz en 1964 cuando a raíz de su tercer mandato fue expulsado del poder por su vicepresidente Rene Barrientos, un militar cuya popularidad radicaba en estar junto al pueblo, en comer junto al pueblo, en beber junto al pueblo. Es como si la masa se rehusara a seguir apoyando a alguien que se ha vuelto parte de la elite y optara por cambiarlo por un caudillo que promete volver a la igualdad tan soñada (aunque ella, en realidad, sea más nominal de que real).
La pregunta es ¿Evo Morales va camino a ser considerado como esa elite que antes denostó y despojo de su poder? Algunos hechos nos muestran que eso es así. Dejando de lado sus continuos viajes y su vida llena de aéreos lujos, mencionemos que hace poco inauguró un museo que si bien tiene como nombre "Museo de la revolución democrática y cultural", en realidad está dedicado al culto a su personalidad y cuyo costo es un verdadero escándalo en un país pobre: siete millones de dólares. Por su parte, en febrero del año pasado llevó al país a un referendo para mantenerse en el poder más allá del 2019 y cuyo resultado ha desconocido flagrantemente.

Como dijimos las elites no gozan de apoyo ni popularidad en la sociedad boliviana. El tradicional igualitarismo boliviano siempre termina por derrocar a la elite encumbrada en el poder. Empero no es suficiente que exista una elite ni el sentimiento contrario a ella, hace falta que alguien active esos imaginarios y convierta la tendencia antielite en una organización dotada de discurso y proyecto político. El 21 F demostró que el sentimiento de rechazo a una elite encumbrada en el poder existe, hace falta alguien que transforme este rechazo en proyecto de recambio político.

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