Poco a poco Morales se va quedando solo en el poder. Aunque
cada día se llene de aplausos, aunque cada día se llene gente en los coliseos y
canchas que entrega por todo el país, se va quedando solo. Esta soledad es mucho
más patente en la medida que Morales, de un tiempo a esta parte, lo que hace es
repetir un libreto y echar mano a unas ideas que fueron importantes y revolucionarias
en su momento pero que ahora ya padecen desgaste de tan usadas. Una de ellas
fue echar la culpa de todo al imperialismo, explicar los propios fracasos a
partir de la supuesta acción nefasta de fuerzas extranjeras; otra, la de ver en todo acto opositor, en
toda crítica desde la vereda ideológica contraria el un inicio de golpe de estado, de una
confabulación; y, la tercera, afirmar que las críticas hacia el y su gobierno
no son producto de una idea razonable, digna de tomar en cuenta, sino como
proveniente de ominoso racismo.
No es que estas ideas estén equivocadas sino que de tanto
usarlas ya suenan a pasado, a muletilla, a moneda feble. Para empezar no es
aceptable su discurso antiimperialista si se va a Nueva York a seducir empresarios
capitalistas para que inviertan en nuestro país; segundo, no es creíble acusar
de golpista a una oposición que ni siquiera puede articular una buena
estrategia electoral y, finalmente, no puede decir ser víctima del racismo
cuando los cuestionamientos vienen de sectores indígenas.
Hay una conexión entre tener el poder y la posibilidad de
cambiar de discurso político, lo que no implica necesariamente cambiar de ideas
y de ideales sino de renovarse. Empero, para ello se necesita de creatividad,
de conexión con la realidad, de personas que sean capaces de leer lo que dice
la sociedad, de interpretarla adecuadamente.
Eso es lo que no tiene Morales.
Y no lo tiene porque, desde el inicio de su mandato, con una
sistematicidad de exitoso suicida se ha deshecho de los intelectuales que,
justamente, aportaban con ideas novedosas al llamado proceso de cambio. Ellos, cuando el MAS era oposición, en tensión con los conceptos dominantes, habían causado un revuelo en las ideas sobre la sociedad y el estado. Académicos como Luis Tapia y Raúl “Chato” Prada, entre otros, teorizaron
sobre la contradicción de tener un Estado monocultural en una sociedad diversa
y multisocietal, planteando la necesidad de transformación del Estado, no solo
de sus instituciones ni de su sistema político.
De alguna manera este debate precedió a los cambios que se
dieron en la Asamblea constituyente (2007-2008), fueron las líneas maestras que
delinearon el nuevo Estado plurinacional y que se convirtieron en una suerte de
sentido común de los constituyentes del campo indígena y popular. Hoy todos
estos intelectuales ya no caminan junto a Morales.
Una cosa parecida sucedió con el despido de sus cuadros más
importantes, aquellos que habían acompañado a Morales desde el proceso inicial y
que eran la base de apoyo discursivo en los espacios propiamente políticos, como
el Parlamento, las organizaciones sociales y los sindicatos. Algunos de ellos eran
líderes locales que eran el sutento de la emisión discursiva del MAS en sus
regiones y que cuando se atrevieron a contradecir la opinión oficial fueron
condenados al ostracismo político. El tercer desgaje es con los líderes
indígenas que son como el corazón de la identidad masista, muchos de ellos se
alejaron del MAS decepcionados por el hecho de que la tan propagandizada
plurinacionalidad no se materialice en un sistema político intercultural.
De esta manera, lo que tenemos en el MAS es un fuerte déficit
de ideas renovadoras, sus intelectuales suelen repetir pero no teorizar sobre
los logros del proceso de cambio, sino véase lo que ocurre en el ámbito académico
con sus intelectuales orgánicos y lo que pasa en el parlamento. Los dirigentes
indígenas se han alejado tanto de Morales que ahora engrosan las filas del No a
la modificación de la constitución. Siguiendo a Popper diríamos que la
ideología del MAS lo que hace ahora es comprobar una y otra vez sus propias
hipótesis, sus propias certezas, solo atina a mirarse en su complaciente espejo.
Así no se hace ciencia y menos política.
Esto ha provocado que el MAS ahora sea una maquinaria de enfrentar
elecciones y no vencer en las ideas. Su discurso luce desgastado y agotado
porque las fuentes de renovación de ideas, de creatividad política, hoy están
en los espacios críticos o antagónicos al MAS. Algo está pasando en la sociedad
y en su imaginario que el MAS no está sabiendo aquilatar adecuadamente. El MAS se
ha convertido en un aparato gubernamental que hace obras, lo que no está mal, pero
la materia prima de la política no es el cemento sino las ideas.
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