lunes, 5 de octubre de 2015

Carlos Mesa y el dilema de defender la nación y no el Estado




Desde el pasado martes 29 de septiembre el expresidente Carlos Mesa solo recibe elogios por su actuación en una entrevista en Televisión Nacional de Chile. No es para menos, en la misma vapuleó con datos y capacidad analítica a su entrevistador que, por más esfuerzos que hizo, no pudo encontrar la vía para debilitar los argumentos de Mesa. Eso era previsible, Mesa es un ducho comunicador fogueado en el debate de ideas y lo demostró en la entrevista.
Más allá de las dotes de comunicador y de historiador que todos reconocemos en Mesa, pienso que su popularidad se debe a que se mueve en un espacio discursivo y simbólico que automáticamente genera adhesión popular, por el simple hecho de que la reivindicación marítima es un asunto que nos identifica como nación boliviana.
Cuando Mesa aparece en la televisión defendiendo a Bolivia, echando en cara a los chilenos la verdad histórica sobre la usurpación marítima, eso nos interpela porque lo que dice Mesa no es solo su verdad sino nuestra verdad histórica, la de todos los bolivianos. Una verdad que comparte el rico y el pobre; el sabio y el ignorante, el camba y el colla, el masista y el opositor.
Aunque parezca raro, ese mismo sentimiento nace cuando juega la selección boliviana o, cuando el motociclista W. Nosiglia, al culminar el Dakar, exclama viva Bolivia. La causas pueden ser distintas y los motivos también, la clave está en que tanto Mesa, como el grupo de futbolistas y Nosiglia hablan, a su manera, en nombre de la comunidad política imaginada llamada Bolivia, en ese espacio donde todos nos reconocemos como iguales, de ahí su popularidad.
El problema aparece cuando Mesa sale de este cómodo ámbito de la nación, deja de hablar del mar cautivo y empieza a referirse a la política boliviana, esa que tanto nos preocupa y afecta al común de los mortales. Ahí los aplausos ya no son tan unánimes, su postura contraria a la rereelección de Morales lo confirma: el presidente del senado molesto puso a Mesa en las filas de la oposición (esa de Tuto y Samuel) y la siempre locuaz Ministra de Comunicación, utilizó un silogismo para desacreditar la postura de Mesa: todos los que están en contra de la reelección de Evo están contra la patria, Mesa lo está, ergo Mesa es un antipatriota.
Naturalmente que también los dilemas son para Carlos Mesa, son dilemas de una naturaleza ética. ¿hasta qué punto se puede estar con un gobierno que se salta la Constitución y modifica la misma a su antojo?, ¿hasta qué punto la defensa de la nación y del mar justifica estar con un gobierno que hace aquello hiere las convicciones políticas en las que uno cree?.¿Se puede defender solo la nación y no criticar abiertamente al estado?

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