La ciudad de
Oruro, en medio de una movilización sin precedentes sostiene un paro indefinido que incluye huelgas de hambre, bloqueo
de calles y caminos, marchas, suspensión de clases en colegios y universidad y,
en general, un lamentable ambiente de beligerancia y polarización. El motivo:
el nombre de un aeropuerto.
Uno se pone a
pensar a veces en ese enorme, casi suicida
afecto que los bolivianos le tenemos a las desproporciones. De pronto,
toda una ciudad convulsionada, en virtual pie de guerra para zanjar un problema
que, se resuelva de una manera u otra, no cambiará un ápice la realidad
económica y social del pueblo orureño.
¿Tanto para tan poco?
Pues creo que
no, quizás valga la pena pensar que lo hay en este momento es una suerte de
“politización de la memoria” en el sentido de que el poder y la lucha por el
mismo tiene relación con ordenes simbólicos que dan a las sociedades sentido de
pertenencia, de orden y de jerarquías, que establecen un nosotros, un sentido
de comunidad, que es nacional muchas veces, pero que es regional en otras
tantas.
Estas memorias
se materializan en las narraciones históricas, en la historiografía, pero
también suele construir monumentos, nombrar calles y, como se ve en el caso de Oruro, suelen
también nombrar aeropuertos. Detrás de toda historia está una apuesta por el
futuro, es lo que una sociedad en el presente cree qué es lo que debe ser
mostrado a sus hijos en el futuro, qué acontecimientos o héroes deben ser relievados
y cuales olvidados.
El problema nace
cuando, en una sociedad no homogénea como la nuestra, existen otros órdenes
discursivos y otras memorias que pugnan con el ya establecido, un orden que no
tiene referencia exclusiva con la historia boliviana, que tiene también sus
héroes, sus villanos y que se siente con el derecho de nominar o nombrar a las
cosas que considera recordables o memorables. Al fin y al cabo para eso,
también, es el poder político.
Esto es lo que
estarían pasando en Oruro, una batalla de la(s) memoria, una punga entre modos
de entender y valorar los acontecimientos, e incluso una manera de entender el
hecho histórico: el primero como historia “cívica” y el segundo como culto al
héroe, en todo caso, legítimos ambos. Por
eso, cuando una dirigente cívica orureña nos dice en referencia a las causas de
su lucha: “Estamos luchando no por el nombre, estamos luchando por la historia
y la dignidad de este pueblo”, nos está reflejando que lo que se juega es
realidad un orden de poder.
Lo único cierto
es que este conflicto, ha generado en Oruro una crisis política de magnitudes
impensadas, que coloca al MAS y al propio Evo Morales en una situación incómoda,
en un momento en que lo que quiere y necesita es aterrizar sin problemas en su
tercera gestión presidencial.
1 comentario:
Muy bueno tu artículo Franz, considero que en general, la raíz de la polarización en Bolivia, se debe fundamentalmente a lo que tu llamas, "Memorias enfrentadas" una sociedad diversa también tiene memorias distintas y con el asenso de evo morales se hace un quiebre a una memoria hegemónica, por eso tal vez el enfrentamiento de las clases medias con el poder masista. Veo que el problema que planteas es digno de una tesis, ejemplos para demostrar hay a montones, Sucre, Potosí, Oruro, Santa Cruz, etc.
saludos y felicidades nuevamente.
javier calvo
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