A los políticos bolivianos les encanta la simplicidad. Desde el presidente del Estado hasta los dirigentes sociales; desde las autoridades académicas hasta los dirigentes vecinales han dado sobradas muestras de ello. No se trata de una práctica novedosa ni aislada, pero su práctica en las últimas semanas de crisis política y económica se ha hecho constante y peligrosa.
Para empezar, el presidente Luis Arce en un discurso televisado, en un horario de máxima audiencia y con un aire de profesor universitario, ha culpado de la falta de dólares y provisión de diésel, a los gobiernos anteriores de los que él mismo fue parte. No se entiende cómo Arce puede olvidar su propio pasado y pretender condenarlo sin condenarse el mismo. Por si esto fuera poco, para salir de la crisis Arce propone volver a los consejos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) creada en 1958 que propuso sustituir importaciones para evitar los “injustos” términos de intercambio comercial entre los países imperialistas, productores de bienes, y los latinoamericanos productores de materias primas, cuando ella ya ha sido rechazada por la propia realidad. Quisimos hacer nuestras propias computadoras Quipus y nos fue como en feria de pueblo migrante, quisimos tener nuestro propio satélite y todo se fue al cohete. Hoy no se trata de producir lo mismo que se fabrica en otras latitudes, se trata de insertarse en los mercados globales como lo hacen, sin ir muy lejos, los agroemprendedores de orégano de Tomina.
Los opositores también tienen su lugar en esta lógica de la simplicidad. En su versión de oposición política no partidaria está el rector de la Universidad Gabriel René Moreno, Vicente Cuellar que, sin más, ha liderizado un movimiento que rechaza los resultados del Censo 2024 al que la tilda de fraudulenta por no coincidir, dice, con sus propios datos. La misma postura han tenido los lideres de la oposición partidaria como Luis F. Camacho de Creemos y Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana.
Aunque sus razones pueden ser valederas, las preguntas son: si se invalida en Censo de 2024 ¿Con qué información se trazarán las líneas maestras de las políticas de desarrollo nacional, departamental y municipal para la próxima década? ¿Cómo podremos saber dónde están las mayores carencias económicas y sociales? ¿Cómo tendremos certeza de dónde se generan las mayores inequidades y por qué?. Afortunadamente, Carlos Hugo Molina, un intelectual cruceño nada dado a las explicaciones fáciles ni a las verdades de Perogrullo, ya basa sus opiniones en los datos del último Censo para estudiar las claves del desarrollo interdepartamental, como se puede ver en su última columna publicada en Correo del Sur el pasado 10 de este mes titulada “El Censo no modifica las claves del desarrollo territorial”.
Por otro lado, las posturas opositoras demandan un aumento de respaldo económico para lograr desarrollo. Se habla de un pacto fiscal o de un fondo de compensación para regiones pobres como Chuquisaca o Potosí. Hasta ahí todo bien, el problemas es que estas ideas olvidan que el desarrollo no solo es asunto de dinero sino de institucionalidad. Por ejemplo, entre el periodo 2006 y 2017 Chuquisaca recibió por concepto de regalías y transferencias la cifra récord de Bs. 16.647.000 (unos 2.391 millones de dólares al cambio oficial), sin que se haya generado crecimiento productivo ni detenido el persistente éxodo de habitantes de este departamento. Desgraciadamente, ese dinero convirtió en ricos a los nóveles políticos que aparecieron en 2006, o se hizo humo en cargos y proyectos inviables. En economía los recursos son condición necesaria pero no suficiente.
Si no tenemos proyecto departamental, una burocracia eficiente y un liderazgo local, nunca sabremos en qué usar los recursos, tampoco sabremos cómo hacerlo y no tendremos a alguien a cargo de las riendas regionales.
Los gobernantes y los opositores se niegan a tratar de entender cómo funcionan nuestras economías y nuestras sociedades y tampoco son dados a profundizar en los problemas y en los resultados de sus propios proyectos. El resultado solo puede ser favorable a ellos pero no a la sociedad que pretenden dirigir. Lo que en el fondo buscan es polarizar con ideas simples que siempre tienen más llegada que los razonamientos complejos. Tiene razón el filósofo español Daniel Innerarity cuando sostiene en su libro Una teoria de la democracia compleja que “la principal amenaza a la democracia no es la violencia o la corrupción, sino la simplicidad”.