El próximo 21 de febrero se cumple un
año de la primera gran derrota política del gobierno de Evo Morales. Ese día, la
opción del No en el referendo sobre una nueva postulación de Morales para las
elecciones presidenciales de 2019, había ganado con un porcentaje de 51,30% de
los votos.
Desde entonces el gobierno de Morales
no ha podido superar una suerte de trauma político que lo persigue y que
literalmente no le deja dormir. Como la derrota es una suerte de demonio o fantasma,
ha elaborado un guion que le permita
exorcizar el mismo, planteando la tesis de que el pueblo el 21 de febrero voto
engañado, que en realidad no fueron criterios razonados sino un engaño relativo
al caso de la exnovia de Evo Gabriela Zapata y sus vinculaciones con empresas
chinas, las que influyeron en su voto. Este
argumento no es gratuito, ya que permite al MAS deslegitimar el resultado del referendo
y plantear otro mecanismo que permita volver a postular a Evo a las elecciones
de 2019.
Como la fuerza política de Morales es
todavía enorme, no solo por su popularidad sino porque tiene un dominio sobre el
poder legislativo junto a una gran influencia sobre el poder judicial, nada
indica que Morales no vaya como candidato presidencial en las elecciones de
2019.
Pero será un salto al vacío. Luego de
más de 13 años en el poder, Morales tendrá que enfrentarse a un inevitable
desgaste producto de la baja en la dinámica económica, las denuncias de corrupción, un esquema
internacional adverso en que sus pares latinoamericanos (Correa, Maduro,
Kirchner) pasan por crisis políticas, y una división en el propio MAS producto
de la disputa interna en torno a cuotas de poder.
En estas condiciones es poco probable
que Morales repita el nivel de sus anteriores votaciones y hasta es posible que,
en una segunda vuelta electoral pierda. La pregunta en estas condiciones es
¿volverá Morales a esgrimir la idea de que el pueblo voto engañado? ¿Dirá de
nuevo que hubo una injerencia de la embajada americana para crear una imagen
negativa del gobierno? En fin… ¿desconocerá el resultado? Aunque puede sonar
todavía improbable esto no deja de ser verosímil, Morales ya manejó este
argumento para no dar por válidos los resultados del 21F ¿por qué no podría
volver a hacerlo?
Cuando Morales desconoce un
resultado, no solo falta a su palabra sino que coloca en serio riesgo la propia
democracia, ya que esta es, sobre todo, un conjunto de mecanismos que permite y
facilita la toma de decisiones de la comunidad política. Cuando esta regla se rompe,
naturalmente que el mismo edificio institucional del estado de derecho se ve en
serio riesgo. Ya lo decía Bobbio: la democracia no genera la certidumbre sobre
los resultados, pero si sobre las reglas. Reglas que, además, no son concesión
gratuita de un gobierno, persona o partido, sino que es un consenso social que
opta por la democracia como el mejor medio para que la lucha por el poder no
termine por destruir la propia sociedad.
Esto es algo que los líderes de otros
países han entendido pese a que no estaban de acuerdo con los resultados que
arrojaban las urnas. En efecto, en octubre de 2016 el presidente de Colombia
José Manuel Santos perdió el plebiscito para ratificar el proceso de paz, y pese
que creía que su opositor Álvaro Uribe había desplegado una propaganda negativa
basada en la mentira y el miedo, reconoció el resultado; por su parte, el
presidente de Ecuador Rafael Correa, quien cree que los medios de comunicación
mienten sobre su gobierno ya no insiste en ir a un cuarto mandato, pese a que
su fortaleza política le puede permitir torcer la ley y la constitución.
Hace poco el vicepresidente García ha confesado que el
referendo del pasado 21 de febrero fue un mal cálculo político del MAS. Parece
un avance. Empero los errores políticos
deben pagar quienes lo cometen, nunca la democracia.