En estos días en nuestro país sube la afectación religiosa. Baste ver la cantidad de personas que se vuelcan a las misas de este domingo de ramos, las iglesias no dan abasto, mucha gente se queda en la puerta.
Es interesante ver que mientras el cura se desgañita invocando la templanza y la mesura, la feligresía, agarrada de unos ramos que ha comprado en la puerta de la iglesia, espera que la misa termine para luego,entre apretujones, hacer que a esas ramitas les llegue un poco del agua bendita que el cura distribuye subido a un taburete en la puerta de la iglesia.
Como se sabe, luego, esas personas colocarán esas ramitas detrás de sus puertas para que no entre el maligno, es decir la mala suerte, el quencherío o como se llame.
Definitivamente, los bolivianos confundimos felicidad con alegría, alimentación con hartazgo y, en esta semana denominada “santa”, religiosidad con superstición.
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