El veredicto del balotaje: pragmatismo a prueba de ideologías
El largo y agotador ciclo electoral ha concluido, disipando la incertidumbre que planeaba sobre el país. Finalmente, se ha develado el nombre de quien ocupará la Casa Grande del Pueblo durante el próximo quinquenio: Rodrigo Paz, líder del PDC, quien ha logrado la victoria con el 54, 73 % de los votos. Este resultado refleja una notable similitud con el obtenido por su predecesor, Luis Arce, que en 2020 alcanzó el 55 %, una cifra que también le aseguró el triunfo. Por su parte, Jorge Quiroga, en la que ha sido su mejor actuación electoral, consiguió un 45,27% de los votos, superando con creces sus resultados anteriores.
A la luz de estos datos, es pertinente formular algunas reflexiones:
a) Las empresas encuestadoras han salido de esta contienda profundamente desprestigiadas. Sus proyecciones erraron tanto en la primera vuelta, cuando daban por ganador a Samuel Doria, como en la segunda, al pronosticar la victoria de Quiroga. En ambos escenarios, el supuesto perdedor resultó ser el ganador. Los responsables de este fiasco dene una explicación, pues jugaron con las emociones de dos candidatos que, probablemente, ya se sentían vencedores y ensayaban traje y sonrisa para el dia de su posesión. El Tribunal Supremo Electoral, ente regulador de estas consultoras, debería actuar, ya que las encuestas intentaron, sin éxito, influir en la decisión de los votantes con información falsa o, al menos, dudosa.
b) El triunfo de Paz demuestra que la guerra sucia y el gasto desmedido en publicidad no garantizan la victoria. La premisa del asesor electoral de Quiroga, que sostenía que el electorado se guía más por la imagen que por la economía, y más por las emociones que por la razón, ha colapsado estrepitosamente. La estrategia no supo diferenciar entre el MAS como partido y el "masismo" como movimiento de masas que lo apoya.
c) A diferencia de otros países, en Bolivia no fue posible un giro radical hacia la derecha, al estilo Milei. Los líderes de esta corriente liberal o libertaria, como Jaime Dunn y Antonio Saravia no lograron competir en las elecciones, y Tuto Quiroga, que terminó por enarbolar esta bandera, no consiguió el apoyo necesario para imponer esa visión. En cambio, tuvo mas tracción electoral el discurso mucho menos radical y más populista de Rodrigo Paz, encarnado en lemas como "el Estado tranca" o "capitalismo para todos". Este lenguaje, deliberadamente ambiguo, refleja el talante de la nueva administración de Paz, que utiliza ejes discursivos abiertos a múltiples interpretaciones. Siguiendo al pensador populista Ernesto Laclau -que concibe al populismo como la condición de existencia de la política-, tanto el "capitalismo para todos" como el "Estado tranca" serían significantes vacíos que cada actor llena a su conveniencia lo que permitió vehiculizar un discurso simple y en el fondo populista.
d) Aunque parezca extraño, la economía no fue el elemento central y definitorio de la votación. Como suele ocurrir, el electorado se guio por otros factores, como los clivajes regionales que vehiculizaron las identidades étnicas. Al observar el mapa electoral por departamentos, se constata que la gente votó siguiendo las mismas tendencias que existían antes de la crisis económica. La división entre Oriente y Occidente se mantuvo, con Santa Cruz liderando la inclinación hacia un candidato opuesto al preferido en el altiplano.
e) Las redes sociales por sí solas no logran convencer al electorado; se limitan a repolarizar la política, sin conseguir atraer votos del bando contrario. A lo largo de la campaña, ambos contendientes se enfrascaron en una intensa guerra sucia, pero ninguno logró penetrar los bastiones de votos del rival. Lo que sí consiguieron fue reafirmar sus bases, fortaleciendo la posición política de sus seguidores, pero sin expandir su electorado a otros espacios.
En suma: La inédita segunda vuelta no trajo grandes novedades electorales. Esto confirma el viejo adagio de que la gente rara vez apoya cambios radicales. A pesar de lo que propugnen los polarizadores, el electorado suele votar por un candidato de centro, y así ha sido en esta ocasión. Esto hace adivinar el talante pragmático de la futura administración de Paz: una permanente negociación con los actores con poder tanto institucionales como no institucionales tratando de avanzar hasta donde se pueda en ciertas políticas y retrocendiendo en otra. Un tipo de gobierno que, en el fondo, corresponde con la debilidad del Estado boliviano.
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