sábado, 20 de octubre de 2018

LOS DILEMAS DEL TRIBUNAL SUPREMO ELECTORAL


La primera semana de diciembre toda la presión política y social se encausará inevitablemente sobre el Tribunal Supremo Electoral (TSE), porque de la postura que asuma este organismo derivarán otras cuyo decurso es imprevisible. En caso de que TSE fallara en contra de las pretensiones del MAS de volver a postular como candidatos a Evo Morales y Álvaro García Linera, la maquinaria estatal y de movimientos sociales presionará a los miembros del Tribunal, al extremo que se avizora una cascada de renuncias y posterior crisis institucional.



Por su parte, si es que el TSE aprobara la repostulación del binomio Evo-Álvaro, esto derivaría en una fuerte deslegitimación del TSE, al punto que los actores de oposición pueden canalizar su rechazo tanto con el voto nulo en las presidenciales, como hacia el pedido de renuncia de los miembros del TSE.
En ambos casos el resultado será el mismo: un proceso de fuerte erosión de la legitimidad del  TSE y la posibilidad de que la política quede con una institución debilitada para enfrentar un proceso electoral que se adivina lleno de controversias, desafíos y pugnas. Con toda seguridad que los afectados por la decisión del TSE, sean del gobierno o de la oposición, los acusarán de parcialidad, cuando no de estar “vendidos” a uno de los bandos en punga. Se extenderá sobre ellos la mancha de “gestores del fraude” y consiguientemente el ambiente de tensión política llegará al máximo organismo electoral.
Esto pasa porque se ha puesto al TSE como un actor con capacidad de veto (su decisión bloquea o habilita otros procesos) que tiene que tomar decisiones en temas que ya se definieron en otras instancias pero que, al no ser respetados, pueden desembocar en una crisis interna.
La presión desatada sobre el TSE es, en cierta forma, desmedida: se le ha conferido el rol de “defensores de la democracia” cuando en realidad su misión (que no es poca cosa) es la de administrar elecciones con idoneidad y transparencia. No pueden serlo, porque su rol institucional es vital pero limitado, baste señalar que su decisión respecto de la repostulación de Morales va a chocar inevitablemente, con dos esquemas institucionales como ser el referendo y el Tribunal Constitucional, ambas con mayor potestad legal sobre el decurso de la democracia que el TSE.  
Si finalmente el TSE rechaza la repostulación de Morales niega la potestad de un Tribunal constitucional que, se diga lo que se diga, es finalmente un órgano del Estado en plena vigencia; y si el TSE viabiliza la intenciones reeleccionistas de Morales pone en duda la vigencia de uno de los mecanismos constitucionales de democracia directa como el referendo.
A partir de diciembre de este año el TSE entrará en una encrucijada donde la sobrecarga de presiones puede generar crisis. En estas condiciones es previsible que la definición sobre el futuro del TSE y sus componentes recaiga sobre la Asamblea Legislativa Plurinacional donde el MAS, sin duda alguna, hará valer su mayoría. 


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