El pasado
domingo 20 de noviembre los trabajadores del gobierno municipal de Sucre y los
impulsores de la opción del Si a la Carta orgánica Municipal, quedaron con
ganas de festejar un triunfo que, hace meses atrás, se ofrecía como inevitable.
Sin un partido político ni agrupación ciudadana que esté en contra de la Carta,
su aprobación parecía cosa de mero trámite.
Empero, lo
que ocurrió el pasado domingo es algo más que el fracaso de los propugnadores
del Sí, es la muestra patente del alejamiento de la sociedad civil y el estado,
de un creciente divorcio entre la ciudadanía y el gobierno.
Tres son
los rasgos que expresan este alejamiento. Por una parte la incapacidad de la Alcaldía
y la Gobernación para dar soluciones concretas, efectivas y sostenibles a las
diversas necesidades de la ciudadanía y la forma en que se trata de disfrazar
esta ausencia con reuniones internacionales, ferias de todo tipo y desfiles
que, de pronto, se convierten en acciones centrales de la gestión edil, pero
que en rigor no contribuyen a solucionar los problemas estructurales de la
ciudad de Sucre.
El segundo
rasgo tiene que ver con la ausencia de canales de agregación de demandas de la
ciudadanía: la población no encuentra en la Alcaldía, ni en los partidos de oposición
ni en otras instituciones, un mecanismo de protesta, una vía para dar a conocer
su opinión, un camino para expresar su voz y sus demandas. Con un comité cívico
presidido por personajes afines al partido de gobierno, con una oposición
carente de capacidad y propuesta política, con unos sindicatos que han perdido
toda visión general de sociedad y unas ONGs que se han funcionalizado por
completo al proceso de cambio del MAS, la población siente que está sumida en
la indefensión, percibe que no hay quien la apoye, defienda y escuche.
El tercer
rasgo es la ausencia de liderazgo. En todos estos años del MAS en el poder no
ha aparecido ningún líder o lidereza que sea capaz de dirigir el necesario
recambio político regional. Ni en el MAS ni en la oposición se puede vislumbrar
la emergencia de ningún personaje con posibilidades de mostrar un horizonte de
futuro, de ofrecer un objetivo a los sucrenses, señalar un nuevo tiempo, que tenga la virtud de
percibir e interpretar lo que la gente quiere.
Estas fueron
las condiciones políticas con la que el ciudadano fue a votar el pasado
domingo. Como no hay canales de protesta, la gente protestó con su voto,
marcando por el No; como tampoco existen respuestas a las demandas de la población
la gente decidió pagar con la misma moneda a la alcaldía negándoles su apoyo a
la Carta orgánica y, como no hay líderes, la gente optó por obedecer a sí misma,
a su rabia, a su desazón, a su propio desasosiego colectivo marcando en la
casilla roja del No.
Todo esto
lo saben los actuales políticos, pero no hacen nada para remediarlo. Sumidos en
una crisis de identidad, han perdido la noción básica del poder que, en última instancia es el servicio al ciudadano. Sin embargo a
partir del pasado domingo 20 de noviembre ya sea en las urnas o en las calles,
la sociedad civil se va a encargar de recordarles a cada momento su rol que parecen haberlo perdido.
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