Qué duda cabe, una fuerte incertidumbre corroe los días de
los jueces debido, entre otros factores,
a que tienen que decidir, con sus veredictos y dictámenes, con la absolución o
la condena, los destinos de personas que no conocen y que, probablemente, nunca
quisieron conocer.
Será por ello que, contraviniendo toda lógica de un estado
moderno, ese estado que tras largas luchas por la racionalidad ha separado las
esferas de la Iglesia y del Estado, muchas veces en los actos públicos vemos a
los administradores de justicia acompañados de altos jerarcas de la iglesia,
haciendo bendecir oficinas y propiedades, asistiendo a misas, iglesias,
romerías y santiguándose cada vez que cruzan por la puerta de una iglesia. Los
jueces creen y confían en dios tanto que,
en sus discursos, en el momento de la lectura del párrafo final, llegan a pedir al santísimo que “ilumine y
oriente” sus fallos para así contribuir a una mejor justicia.
Por ello, no sería sorprendente, si un acucioso periodista
preguntara a uno de estos jueces si apelan a alguna divinidad para que les
oriente en un fallo complicado y comprometido, el Juez responda que sí, que
muchas veces van a una iglesia a que dios coloque en sus testas sabiduría allá
donde solo hay confusión y lucidez allá donde solo existe abandono y vacío. Y lo
pueden declarar públicamente, sin que por ello sus palabras se conviertan en
noticia ni sus personas en anzuelo fértil de la audiencia televisiva.
Todo lo contrario resulta cuando un periodista pregunta a
un magistrado indígena qué mecanismos utiliza para “consultar” sus fallos, más
aún cuando estos son difíciles o complicados. La respuesta del magistrado Gualberto Cusi de
que usa la coca para aconsejarse en sus fallos, ha despertado algo así como un
ataque de modernidad; han reprochado al magistrado que los fallos deben estar
apegados a la ley y no a alguna
divinidad, en este caso la coca, cuya consulta a los críticos se les antoja
cercano a la superstición sino es que a la brujería y, como manifestó uno de
cívicos cruceños, una muestra de la ignorancia del pueblo boliviano.
Que todos los fallos deben estar apegados a la ley estamos
plenamente de acuerdo. El sistema judicial debe estar lo más alejado posible de
su relación con cualquier tipo de creencia, sea de dioses occidentales o de
dioses andinos. Pero no es posible que
una creencia sea tolerada y aceptada y otra tachada de superstición y brujería.
Una muestra del racismo moderno es catalogar ciertas culturas como atrasadas y
carentes de espíritu moderno, como formas de la ignorancia y de la carencia de
cultura del pueblo.
Si hemos de ser modernos, seámoslo de manera coherente
suprimiendo toda práctica que muestre un poder judicial ligado a alguna iglesia,
divinidad o creencia.
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