Una de las fuentes de las que se nutre la identidad colectiva es la historia e historiografía y la celebración de lo que conocemos como “fechas patrias”. Los días que se conmemoran; los hechos épicos que se resaltan y evocan; los personajes y héroes que se destacan, no son, en modo alguno, neutros, es decir, políticamente inocuos, obedecen a la necesidad de los grupos dominantes de tener imágenes arquetípicas con las cuales identificarse para legitimar su dominación.
De una u otra manera, las fiestas patrias esconden todo un dispositivo legitimador de las diferencias, en base a la socialización de narrativas historiográficas, de la ejecución de los rituales patrióticos y del manejo de símbolos, que se van sedimentando en la memoria colectiva y en las costumbres de la sociedad a lo largo de los años, hasta hacerse parte indisoluble de la cultura de un país. Es parte de la necesidad de la sociedad y de su élite de tener un pasado que justifique su presente.
Lo interesante de las conmemoraciones patrias es que se presentan como todo lo contrario: son la celebración y el recuerdo no de una clase o sector de la sociedad en particular, sino como el festejo de todos los habitantes sin distinción, se presenta como el patrimonio intangible de la nación que da sentido a la sociedad toda, y lo que legitima su obligatorio acatamiento.
El estado boliviano que se construye desde 1825 utiliza una serie de argumentos para negar la ciudadanía al indígena. Uno de ellos es que la gesta libertaria y, en general, el proceso de la independencia, no habría tenido la participación (determinante) de los indígenas y cholos o, habría tenido una participación secundaria, aspecto que no los habilitaría para ser parte de la construcción de la nación.
Para ello se recurre a las narrativas historiográficas que, para la época que estudiamos, es una narrativa que ve en la clase media criolla y letrada el actor central de la lucha por la independencia.
En este sentido postulamos que historiografía del 25 de mayo de 1809, es la narrativa del ocultamiento y deformación de la participación de la plebe en el mismo y la visibilización casi exclusiva de los actores de la clase media letrada. Narrativa que es utilizada y recreada por la elite sucrense en los festejos del centenario de la revolución para reforzar su capital simbólico y justificar su rol de clase dirigente regional
Para ello, hacemos un análisis de las actividades, fiestas y discursos que se hicieron en Sucre a propósito del centenario del 25 de mayo de 1809, mismos que están contenidos en un voluminoso texto de 619 páginas, y que recoge con lujo de detalles el conjunto de actividades, fiestas y conmemoraciones que se hicieron en esa fecha.
Tratamos de describir la trama de identidades que proyecta la elite cuando conmemora un acontecimiento histórico de la relevancia del 25 de mayo, la forma como valoran y reinterpretan los hechos históricos, la participación de los sectores subalternos en la conmemoración y la imagen que busca proyectar la elite en función de reforzar su hegemonía regional.
Sucre en 1909 y los festejos del centenario
La ciudad de Sucre en 1909 ciertamente no ofrecía el mejor de los panoramas. La ciudad había sido duramente afectada por la pérdida de la guerra federal a fines del siglo XIX y por el traslado de la sede de gobierno.
Ya no son los tiempos en que Chuquisaca tenían un trato preferente en el presupuesto nacional, cuando podía recibir de las rentas nacionales mucho más de lo que aportaba a la misma. Por ejemplo en la gestión de 1896 su aporte el erario nacional había sido de Bs. 202.076 y sus gastos de 347.023, lo que significaba una subvención de Bs. 144.947. Situación que se había hecho más notoria en 1897, cuando las subvenciones para Chuquisaca llegaban a Bs.780.865, todas destinadas a obras urbanas en la ciudad de Sucre.
De todas maneras Chuquisaca nunca había sido un departamento productivo. Los datos que disponemos, nos indican que en 1896, su aporte fue apenas el 14% del que producía La Paz: mientras que La Paz generaba Bs. 1.459.433, Chuquisaca solo Bs. 347.023. Situación que sin duda se agravó con el traslado de los poderes a La Paz.
Lino Romero, encargado de la organización de la exposición industrial y agropecuaria en los festejos del centenario del 25 de mayo de 1809 se preguntaba:
Y cuál es hoy el estado de nuestras industria? Sin duda no es halagüeño. Juzgad de ellas por las pocas obras que os podemos exponer en ese recinto. Esos modestos frutos producidos por manos encallecidas, ya que no podemos contemplarlos con admiración y orgullo veámoslos, al menos con benevolencia y cariño, cómo a débiles gérmenes de la nuestras futuras industrias (349),
Lo que ciertamente patentizaba la falta de visión productiva regional.
Por otra parte, en el plano político, el año de 1909, es de un dominio pleno del partido liberal que electoralmente no tiene contendores. El sistema de partidos se asemejará cada vez más a un sistema unipartidista, ya que no habrá, por lo menos hasta 1915, un Partido con posibilidades serias de poder, lo que se manifestará en la manera casi unánime con la que triunfa el Partido gobernante en las elecciones presidenciales. El Partido Liberal en 1909 tiene un contundente triunfo. Según los datos brindados por el anuario de leyes en ese año el partido liberal ganó con 37.847 frente a solo 2.000 votos del partido conservador su histórico contrincante político.
Esto es posible, no sólo por la eficiente maquinaria de fraude, sino porque partidos de oposición como el Liberal Puritano de Lucio Perez Velasco y el Conservador de Aniceto Arce no son referentes alternativos de poder y, con el correr de tiempo, su corta y esporádica existencia demostrará su inviabilidad. Todo ello, enmarcado dentro de un evidente aumento de la masa votante que crecerá de un promedio de 30.000 en 1902 votos hasta más de 85.000 en 1917.
Estas condiciones políticas, quizás fueron la razón para que la conmemoración de la revolución de mayo en 1909 no tenga como detalles centrales la ratificación de la lucha por la “primogenitura” del grito libertario, que había sido la fuente de una agria discusión entre los historiadores sucrenses y paceños y que tenía como telón de fondo la lucha por la capitalía.
De alguna manera, la elite sucrense entendía que este asunto estaba zanjado y que ya no valía la pena insistir sobre un asunto políticamente inadecuado: con un partido liberal absolutamente poderoso en el poder era imposible poner en discusión un tema inviable.
La prueba de ello está en la presencia del presidente Montes, de su heredero político Guachalla y del inefable coronel Pando como invitados especiales en los festejos. Pese a estar todavía las heridas de la guerra federal frescas, son recibidos con amabilidad y consideración y caminan en los desfiles, en olor a multitud.
Otro dato es que los discursos de homenaje al centenario, ya no tocan el tema de que Sucre es la cuna de la libertad. Por ejemplo Montes dirá en uno de sus discursos que
“La República recuerda en estos momentos, embargada por patriótico entusiasmo y dominada por no noble gratitud, uno de los trascendentales acontecimientos de su historia: aquel que generó con acción inteligente, el grito de libertad lanzado desde las nevadas cumbres del Alto Perú a los pueblos de América del Sud” (190),
en clara alusión a la ciudad de La Paz, y uno de los historiadores que con más énfasis había participado de la discusión en torno a la “primogenitura” como era Valentín Abecia Ayllón llega a señalar que:
“Si como está probado hasta la evidencia, la idea de la emancipación americana vino incubando en los hombres más avanzados de Sur América que residían en las principales capitales del virreinato, no hay para qué discutir cuál de ellas tuvo la primacía en la revolución, por que este acto, lo hemos repetido varia veces (…) ha sido el brote de toda una colectividad (…) debió estallar él en los centros más civiles así como pudo haberse iniciado simultáneamente en diversas capitales” (: Boletín n° 103, mayo 1909: 136 resaltado nuestro).
Lo que significaba claramente una abdicación no solo a la corriente de pensamiento regional que defendía la primogenitura del grito libertario sino de su propio pensamiento.
Por ello, sostenemos que, probablemente, la prioridad de la elite sucrense era otra en ese momento. Buscaba reafirmar su imagen de aristocracia culta y refinada que atesora la cultura y la sangre española, una élite de gustos finos y delicados que no pueden encontrarse en otros puntos del país.
Posiblemente hay momentos en que las elites al perder su poder, buscan afanosamente reafirmar su dominio simbólico, buscando en su pasado glorioso algo que le justifique el presente y lo conecte con el futuro. El centenario del 25 de mayo de 1809 fue un motivo para recrear esta identidad.
La organización de los festejos del centenario de 1809.
El comité patriótico del centenario del 25 de mayo de 1809 se formó el 22 de febrero de 1908 en el Salón principal del Palacio Consistorial. En esta sesión se elige a la primera directiva que recae en Miguel Ramírez como Presidente, Anastasio de Urioste como Vicepresidente acompañados por Carlos Calvo, Justino Moscoso y Máximo Argandoña como vocales. Sin embargo ante la muerte de Miguel Ramírez y la solicitud de licencia de varios vocales del comité, el 9 de julio de 1908 se decide cambiar parcialmente la directiva, que recae en la Persona de Carlos Arce como Presidente a Manuel Cuellar como primer vicepresidente y se nombra a Jorge Mendieta, futuro director del Album del Centenario, como segundo secretario.
Para la parte operativa de este comité se forman comisiones que se encargan de tareas específicas como la reconstrucción y mejoramiento de Plazas y Parques como La Alameda, el Boulevard Ravelo, la Plaza 25 de mayo, la Plaza Colón, la Plaza Monteagudo, la Plaza Manuel Asencio Padilla, la Plaza libertad, la Plaza Sucre, el Teatro 3 de febrero. También se forman comisiones como la del Certamen de tiro al blanco, la exposición nacional y el teatro Gran Mariscal de Ayacucho; de la lotería, las funciones de gala en el teatro, los fuegos artificiales las fiestas y la comisión de Foot Ball.
Sin embargo, las citadas actividades no son las únicas que se presentan en los festejos del centenario, ya que muchas de ellas como las fiestas ofrecidas por el municipio, por lo príncipes de la glorieta, los carros alegóricos, los desfiles, fueron realizados, por la Alcaldía, por la Prefectura o por la Presidencia de la República.
Historia del álbum
El álbum del centenario de la revolución del 25 de mayo de 1809, tiene la intención vendría a ser una memoria de las actividades de celebración del primer siglo del grito libertario del 25 de mayo de 1809 en la ciudad de La Plata hoy Sucre. En palabras de su Director Jorge Mendieta:
Este álbum viene a constituir una crónica breve de los acontecimientos del 25 de mayo de 1809, un resumen aproximado de los más saliente de las fiestas, y un esbozo gráfico de lo que es Sucre en la actualidad, conteniendo, además, algunos de los trabajos cortos premiados en el certamen nacional que se realizó con ocasión del Centenario y otros que fueron declarados merecedores de ver la luz pública (: 4).
Todo este material fue recogido en un texto que alcanza las 619 páginas con 294 fotografías que, en su formato de libro, debían acompañarlas. Entre los redactores del boletín ese encuentran a José A de Jaúregui, Claudio Peñaranda, Juan Francisco Prudencio y Excequiel L. Osorio, una buena parte de la intelectualidad sucrense de entonces. Por su parte, los fotógrafos eran Julio Zamora y René Álvarez.
Se trató, qué duda cabe, de un importante esfuerzo personal e intelectual de un conjunto de personas que sintieron que los festejos del centenario del 25 de mayo de 1809, habian sido “dignos de su grandiosos pasado [desenvolviéndose] en medio de un ambiente de placidez, de cultura y de armonía no interrumpidas, de una profusión de lujo y galantería pocas veces vista y de un enorme derroche de entusiasmo encuadrado dentro de la más refinada discreción” y que por tanto merecían ser perpetuados en un libro.
Sin embargo, este libro no cumplió el propósito de ser publicado. En la última página, firmada en 1914, se indica que “el presente libro debió haber visto la luz pública y circulado dentro y fuera de la República , cuando más tarde el 25 de mayo de 1910. Así consta en la escritura pública firmada por quienes tomaron a su cargo la edición. Uno de estos caballeros, el socio capitalista, no cumplió su compromiso y se redujo a enviar el álbum a Alemania, donde quedó completamente olvidado”(…) Entonces se formó un comité constituido por: Claudio Peñaranda, Luis Argandoña, Fidel M. Torricos y otros, que lograron traerlo desde Stutgart Alemania (:619).
Probablemente, aspectos económicos confabularon contra la publicación de este importante documento. En la primera década del siglo XX, todavía era sumamente dificultoso publicar un libro, más aún de la extensión y de las características proyectadas. Desconocemos el nombre del “socio capitalista” que, desistió de su interés de publicar el libro y lo abandonó en una ciudad Alemana,
Una vez que hemos presentado esta síntesis histórica de nuestra principal fuente de información, ahora hacemos un análisis de los textos que el Álbum considera importantes de ser resaltados como narración histórica
La historia que vale la pena ser contada para el álbum
En 1909 Gabriel René Moreno y Valentín Abecia eran historiadores contemporáneos de indiscutible renombre intelectual. Moreno, llamado el “príncipe de las letras” dejó un legado bibliográfico, archivístico e historiográfico invalorable cuya importancia reconocimiento iba más allá de las fronteras bolivianas. Una de sus más importantes obras históricas Últimos días coloniales del Alto Perú, había merecido, tanto por su respaldo documental, como por su calidad literaria comentarios altamente elogiosos.
Por su parte, Valentín Abecia Ayllón, aunque médico de profesión tenía una larga lista de obras históricas publicadas en el Boletín de la Sociedad Geográfica Sucre, del que fue cofundador y director durante muchos años. Entre sus vasta bibliografía se puede destacar su Historia de Chuquisaca y crónica del 25 de mayo de 1809, que lo hacían un escritor imprescindible.
El Álbum, en la primera parte, titulada Parte Histórica, publica extractos de la obra de Gabriel René Moreno Últimos días coloniales en el Alto Perú y, de manera completa, el texto Crónica del 25 de mayo de 1809 de Valentín Abecia, bajo el objetivo de mostrar, lo que era la ciudad de Sucre en la Colonia y presentar los hechos del 25 de mayo de 1809.
De la obra de Gabriel René Moreno se extraen párrafos que muestran a una ciudad (La Plata) poblada por familias nobles, ricas y de raza blanca, dice Moreno:
“…es con todo indudable que era la calidad, no la cantidad, lo digno de notarse en la antigua población de La Plata. Todo induce a creer que entre Lima y Buenos Aires dicha Villa llegó a ser, en el hemisferio meridional, el agrupamiento más considerable de criollos ilustrados, magnates españoles y familias ricas o acomodadas” (16).
Situación que no habría cambiado mucho con la guerra de la independencia ya que para Moreno:
“Todavía pudiera diseñarse una tercera clase de familias de buen trato y arreglado vivir, que a pesar de las mudanzas operadas en la estructura social por la emancipación y la reinante decadencia, conserva hasta hoy parte de sus elementos, esfera y fisonomía, haciéndose notar del viajero por la cortesanía de sus modales, su parla zalamera y su afición a los entretenimientos del estrado” (17).
Lo que nos muestra una ciudad noble, aristocrática y claramente segmentada en razas que, no había cambiado en el tiempo. Justamente la imagen que quería proyectar la elite en los festejos del Centenario.
Por otra parte, se presenta el texto de Abecia, que narra los antecedentes y hechos que llevaron al 25 de mayo. Abecia es fiel expresión de una forma de encarar la historia del 25 de mayo, que destaca de manera única, el rol de la clase media y letrada de ese entonces.
En ese sentido, la narración de Abecia claramente coloca dos tipos de actores de la revolución del 25 de mayo de 1809: por una parte los estudiantes y los revolucionarios de la Universidad de Charcas, los que promueven la idea de que la política de Pizarro era traidora al rey cautivo Fernando VII y que, dirigen la revolución y, por su parte el pueblo, que fiel al Rey, sigue los postulados de los revolucionarios pero sin un fin político claro.
Cabe reslatar que la participación de la plebe en los días del 25 de mayo es absolutamente determinante ya que, según la narración de Abecia en los momentos en que la plebe ingresa a la casa presidencial de Pizarro se “cierran las puertas y hacen fuego por orden del Presidente, sobre una multitud indefensa y resguardada por un juramento militar el más sagrado”. A partir de ese momento la plebe armada de cañones ataca la casa presidencial y obliga a la renuncia de Pizarro. “es el bautismo de sangre que los hijos de Chuquisaca lograban dar a la libertad” dice Abecia.
Sin embargo la narración trata de minimizar y, en un lenguaje actual, despolitizar la participación de la plebe en 1809. Dice Abecia cuando se refiere los momentos en que el pueblo ya está completamente alzado:
El pueblo siempre niño, pero que en ocasiones dadas se convierte en huracán o tromba según las pasiones de quienes los dirigen, estalló en mayor furor y exigió la total entrega de las armas
Lo que se refuerza con el dato de que la plebe no actúa por motivación propia sino por que hay alcohol y dinero de por medio. Sostiene Abecia respecto a las motivaciones de la plebe en el 25 de mayo:
Se acaudilló el incauto populacho, irritándolo con especies seductivas contra su jefe y comprando su furor con la embriaguez y el soborno”
Ergo el pueblo no es capaz de concebir la libertad, actúa cuando hay una fuerza externa dirigente que le ordena o le incita a la violencia.
Al respecto el estudio de Flores y Lambertin que consigna más de 200 títulos referidos ya sea de manera directa o indirecta al 25 de mayo de 1809, hacen notar que que:
un vacío notorio en los estudios sobre el 25 de mayo sea la participación popular en la misma. Se percibe una sobre estimación del rol de la élite en los hechos: es ella la que proyecta el cambio desde las aulas de la universidad San Francisco Xavier y la que dirige la revolución. Para este tipo de narrativa historiográfica el pueblo no participa más que como un reflejo de lo que dicen o hacen los letrados o la elite que, por su formación, puede comprender la libertad.
En ese sentido la historiografía producida a propósito del esta fecha es también la historia del ocultamiento de la participación de la plebe en la gesta libertaria y la exaltación de la clase media letrada. Si se hace un recuento de los héroes del 25 de mayo como los hermanos Zudáñez y Lemoine, José Sivilat, etc, son personajes de la clase media ilustrada, cuyas rencillas con la los representantes de la monarquía se deben, ante todo, porque la elite había impedido sistemáticamente que los criollos ingresen a los espacios de poder.
De esta manera se llega a la conclusión de que el concepto de libertad y de rebelión es sobre todo un hecho intelectual y al serlo no es también un hecho de la plebe mestiza o de los indios. Por ello es que el “silogismo altoperuano” y la adhesión y pretexto de defensa del rey cautivo es una creación de los revolucionarios ilustrados que lo propagan a la plebe que bajo esa consigna participa en la revolución.
Bajo esta perspectiva la plebe carecería de motivos para oponerse a la corona, de hecho no habrían antecedentes previos. Sin embargo no es así, varios historiadores entre los que se cuentan Jauregui Rosquellas y Agustín Iturricha narran la llamada rebelión de los muchachos de 1785, que fue un acontecimiento notable en la historia de Chuquisaca no solo por la dimensiones que alcanzó la revuelta sino porque los actores de la misma fueron en su gran mayoría cholos. Lo interesante que es que este acontecimiento histórico fue paulatinamente olvidado por la historia del 25 de mayo. A partir de los primeros años del siglo XX la historiografía sucrense no se referirá a este hecho más que como una referencia curiosa que no puede llegar a la categoría de antecedente. Este rechazo esta tanto más patente cuando el más reconocido historiador del 25 de mayo Valentin Abecia Ayllón sostiene en un escrito de 1909 que “notable empeño se percibe en dar a los tumultos acaecidos en los siglos XVII y XVIII trascendencia a la emancipación de América” (…) “La reevaluación de la Independencia americana, ha sido obra de las ideas, que han germinado primero en los espíritus superiores, para después comunicarse a las masas, las que a su vez han tenido que prepararse a su modo” (en Solares 2009: 238).
Por otra parte, si nos acercamos a los actores de los hechos propiamente de los días revolucionarios del 25 y 26 de mayo de 1809, el rol que juegan los oidores y los revolucionarios como Zudáñez y Monteagudo es determinante. Como la masa, la plebe y la indiada es incapaz de poder abrigar sentimientos de libertad tampoco actúa buscando la libertad en los días revolucionarios. Como no puede entender las discusiones en las que se enfrascaban los estudiantes de la Academia Carolina de practicantes juristas, no puede actuar en la historia y la política más que engañada, alcoholizada y pagada por los revolucionarios. La plebe no puede actuar siguiendo ideas de libertad y de progreso sino solo siendo una maleable arcilla en manos de los revolucionarios, que hacen creer a las masas que el rey Fernando VII estaba siendo traicionado por Pizarro y que, recurriendo al aguardiente mezclado con pólvora y al dinero, la llevan a apoyar una causa que no es la suya, porque sencillamente son incapaces de entenderla.
Es interesante comprobar que esta visión de la plebe como manejada por la demagogia y el alcohol es contemporánea a los propios hechos del 25 de mayo de 1809. El Arzobispo Moxó decía en una carta a Pizarro en abril de 1809 que los indios:
Solo son temibles cuando se les permite juntarse de noche porque entonces se convocan hombres y mujeres al son de sus rústicos instrumentos: se atrapan en las tabernas y pulperías donde se convidan y provocan mutuamente a beber con demasía hasta que inflados por la chicha y el aguardiente salen furiosos en numerosas pandillas, a correr por los barrios y cuarteles, dando gritos muy desacompasados
Ese es el punto en que la plebe puede tornarse peligrosa para el gobierno, ya que
En semejantes momentos un pueblo salvaje es capaz de los mayores excesos. Ha saltado ya la sagrada barrera de la religión y está muy dispuesto para atravesar los límites de la subordinación y de la fidelidad por un movimiento súbito, ciego, violento y casi irremisible. Basta a veces que un malvado grite alarma, para que lo repitan al momento muchos otros, y haciendo general esa terrible voz en un abrir y cerrar de ojos, se levante la chuzma de aquellos corrillos medio ebrios hombres y mujeres y se arrojen a los más execrables desacatos. Y cuantas veces se ha visto que cuando había llegado a su colmo aquella efervescencia, tomaban una tea o un puñal, cometían incendios o asesinatos y atropellaban a los ministros de justicia que pretendían vanamente sosegarlos”.
Postulamos que esta forma de entender la participación de la plebe en los hechos revolucionarios son, al final, uno de los factores que terminarán por justificar la forma de construcción del Estado boliviano
Por ejemplo en la sesión del 16 de agosto de 1826 se puso en consideración el artículo 13 de proyecto de Constitución enviado por Bolívar a la Asamblea Constituyente y que trataba de las condiciones para ser ciudadano boliviano. Uno de ellos planteaba el requisito de saber leer y escribir
Al respecto el diputado Aguirre comentó que “estando la mayor parte de la Nación compuesta de la clase indígena no parecía regular el que, sin tener culpa alguna de no saber leer y escribir, se le privase del único derecho del que podía gozar” (: 418) como era el voto. Ante lo que surgían los argumentos racistas que señalaban que el indio era estúpido de naturaleza. Respondiendo a Aguirre el diputado Bozo decía “que esta calidad no se le ecsijía por castigar a los indios, sino porque se les consideraba, y eran en efecto muy estúpidos y semejantes a los niños, por lo cual daba su voto por cualquiera que les indicase el cura de su parroquia” (418).
Defendiendo su posición el diputado Aguirre sostenía que “a pesar de ser estúpidos los indígenas luego de que oyeron el grito de libertad, se levantaron en masa para defenderla, sin duda por que conocieron los bienes que está debía traerles” (: 420).es decir que los indios no son, de manera alguna participes, del proceso de independencia sino que ellos se adhieren a ella una vez que la misma ya se ha dado. Esta condición de “segundones” en el proceso independencia funciona también como un principio que los hace sujetos y no actores de la construcción de la nación.
Si las revoluciones libertarias han sido obra de las luces y de la razón, de la que fueron portadores una cierta elite ilustrada, su resultado, la república boliviana, es el resultado de esa elite ilustrada y no de la clase baja o de la indiada que, literalmente, no participa del proceso de la independencia.
Por otra parte, si las revoluciones de 1809, han sido impulsadas por la elite ilustrada, es justo desde un punto de vista histórico que los herederos de esos grupos y personajes sean quienes dirijan la república. De esta manera, la historiografía sobre el 25 de mayo se convierte en un dispositivo ideológico y cultural que legitima la dominación y la ausencia de ciudadanía del indio.
Gunnar Mendoza, respecto del ocultamiento de la participación de la plebe sostiene que ella tiene sus causas en la mentalidad regional:
el regionalismo pretende presentar la historia de cada región como un dechado de sublimidad que no puede en nada y de ninguna manera ceder a la historia de las demás regiones”(…) Si nos encaramos el 25 de mayo de 1809 con criterio puramente regional, el episodio del Quitacapas sería inquisitorialmente expurgado de los fastos históricos pues, para ese tipo de consideraciones, resta brillo y grandeza al brillo y grandeza de la fecha”(: 513-514)
que, como en el caso del 25 de mayo de 1809, no puede estar opacado por la presencia de la plebe a la que se considera carente de luces para entender conceptos como libertad e independencia, lo que es rigurosamente cierto.
Sin embargo, nosotros vamos un poco más allá y sostenemos que el incluir a la plebe en la historia del 25 de mayo no solo se debe a que quita brillo y grandeza, sino que quita un poderoso justificativo de poder para la elite criolla.
Dadas estas condiciones de la historiografía en torno al 25 de mayo, los festejos de 1909, ofrecieron también un gran marco para la reinterpretación de los sucesos de 1809. Según ella la revolución de 1809 había roto los lazos políticos de servidumbre que se mantenía con España, pero se había mantenido los lazos de cultura y sangre con ese país. En el banquete municipal José Carrasco al agradecer a la ciudad por sus muestras de afecto remarcaba que
cuando la América se sintió fuerte para desligarse de la patria potestad, luchó por su independencia, y una vez obtenida, devuelve a España su cariño y su amor cual hijo que se independiza a pesar de los esfuerzos de la madre para detenerlo en su hogar. Por eso me parece oportuno recordar en esta ocasión a la patria de nuestros abuelos y cuya generosa sangre, corre por nuestras venas, transmitiéndonos su heroísmo, su valor y carácter caballeresco (:322).
En este sentido uno de los laureados poetas sucrenses como como es Leandro Viniegra dice que
Y que ya de aquellos duelos
No se conocen ni huellas
Y al volverte a la frontera
Desde tierra castellana
Dile a España Boliviana
que es Bolivia… España entera
Y pues Sucre amor entraña
Por la fe que nos alivia
Gritemos “Viva Bolivia”
Que tiene sangre de España
Es interesante anotar que cuando se refieren a una de las liderezas más importantes de la guerra de guerrillas como Juana Azurduy de Padilla, el retrato que hace de ella la Sociedad de Sociedad patriótica de señoras “Juana Azurduy de Padilla” presidida por Clotilde Argandoña “Princesa de la glorieta” dice que
“ese traje formando marco a la hermosura amazónica de un simpático perfil griego, en cuyas facciones brilla la luz de una mirada dulce y dominadora laureada por una rubia y abundante cabellera que ondea en la vertiginosa carrera el brioso corcel que ajita (sic), tal es la silueta de la gallarda amazona chuquisaqueña” (: 612 resaltado nuestro).
Con lo que se procede a una especie de “blanqueamiento” de la heroína chuquisaqueña.
Las fiestas como espacios donde se recrea la identidad
Como decíamos, en 1909 la elite de la ciudad de Sucre necesitaba recrear una identidad de ciudad culta y de buenas maneras, necesitaba mostrar que, pese a toda la historia transcurrida desde 1809, las familias asentadas en la ciudad llevaban en si la refinada tradición y costumbres dejada por España. Las fiestas, los saraos, los paperchase y los bailes de gala son una ocasión para demostrarlo.
Por esto el álbum, se esfuerza en brindar un retrato de la atmósfera noble, aristocrática y culta en que ellas se desenvuelven: por ejemplo el álbum dice del primer baile de gala realizado en el Club de la Unión:
La iniciación de las fiestas del glorioso centenario no podía menos que realizarse en el centro social más aristocrático de la capital de la república: en el club de la unión. Es el club de la Unión, lugar de cita de la gentileza, la gracia, el donaire y el talento y las fiestas sociales que ofrece en sus salones, son la quinta esencia del buen gusto y del buen tono
O cuando retrata una Kermesse que a beneficencia de los niños pobres ofrecían las esposas de la elite sucrense:
La sociedad de beneficencia, colectividad compuesta de lo más granado de las damas chuquisaqueñas, hizo en esta ocasión verdadero derroche de bondad y entusiasmo en auxilio de la pobreza, con el imán irresistible de la solicitación galante, que halla siempre eco en las almas hidalgas, que a través de cien años reproducen las noblezas de la patria española y en corazonadas de fervor incomparable funden el inmenso orgullo de la nueva patria (114).
También es interesante ver cómo se retrata un baile infantil
Con ingénita elegancia, con precoces solturas de buen tono, pasearon los galanes, que no cuentan dos lustros, a sus bellas damas pequeñitas, y los ceremoniosos saludos, los aristocráticos donaires hicieron el derroche de sus rítmicos movimientos gentiles, Los niños estaban vestidos con lujosos y variados trajes de todas las épocas y todos los países: marquesas de peluca empolvada y bordada casaca; damas de corto faldellín, recamado de adornos multicolores, faldellín de pastoras principescas arrancadas de una eglogica miniatura de Wateau; traviesos Pierrots con el blanco traje del enamorado de la luna ; dulces colombinas de cabellera blonda, ojos serenos y sonrisas primaverales en labios de fresa, apuestos toreros con el clásico traje de luces, relampagueante de alamares dorados; gitanos de montera negra; hadas vestidas con vaporosas túnicas albas (:338).
Por tanto lo que se busca a través de las conmemoraciones es un retorno simbólico y virtual de a la sociedad anterior a 1809. Como se lee en la presentación del álbum
Los festejos han sido dignos de su grandioso pasado. Todos ellos han dejado eco simpático en todos los corazones y sedimento fecundo en todas las conciencias. Se han desenvuelto en medio de un ambiente de placidez, de cultura y de armonía no interrumpidas, de una profusión de lujo y galantería pocas veces vista y de un enorme derroche de entusiasmo encuadrado dentro de la más refinada discreción (: 4).
Es interesante destacar que estas características de amabilidad y buen trato también mutatis mutandis es también extendida a la clase popular aunque no con las características propias de la elite ya que si bien
Es cierto que el carácter vivo e inquieto de la clase obrera, da lugar en ocasiones a disturbios y ligeros choques, especialmente cuando se halla bajo el influjo del alcohol, es también verdad que en aquellos días no se dejó ver de su parte ningún motivo inconveniente que pudiera dar mala impresión.
Comportamiento ejemplar que se debe a que
Esa gran masa popular , considerada como brutal e inconsciente en épocas pasadas de verdadero atraso para ella, ha pasado definitivamente a tomar su puesto en la vida de la civilización y de progreso, hallándose hoy, merced a la educación esparcida y a la instrucción adquirida en las numerosas escuelas comunales que sostiene la municipalidad (:288).
Los indios en la visión del álbum
Ahora bien, esa elite cómo miraba a la mayoría indígena y mestiza que poblaba Chuquisaca y era parte de la ciudad. El censo de 1889, había registrado como nuevos habitantes de la ciudad a 256 españoles; 926 hispanoamericanos; 133 indígenas y el censo de 1882 registraba un total de habitantes para la ciudad de Sucre de 5162 españoles; 10324 mestizos y 494 indios. Lo que en verdad muestra una baja proporción de indios en la ciudad de Sucre (cf Abecia 1880). Sin embargo de esta presencia, la elite insistía en verse como profundamente blanca. Por ello cuando se refieren al indio se refieren en un tono paternalista y racista. Veamos:
Los indios noblemente quichuas, esos desheredados de toda luz, apacibles moradores de las campiñas chuquisaqueñas, con su dulce carácter y su apatía indolente, entonan también en melodías de primitiva pureza el canto desolado de sus tristezas profundas y mudas. Su intelecto dormido, pero dispuesto a recibir la simiente salvadora de la instrucción y del progreso, no alcanza sino a la compresión sentimental y lírica de la suprema consoladora: la música (.160)
Muy a tono con la lógica de entonces se ve al indio como falto de toda luz de la razón y confiado en que la educación logrará sacarlo de su letargo.
Las fotos del álbum
En un artículo de Silvia Cristelli a propósito del álbum del Centenario del nacimiento de la república en 1825, se hace notar que, pese al enorme peso demográfico de los indios en Bolivia, apenas hay una cuantas fotos de ellos en el álbum que, además, llevan el rótulo de prehistoria de Bolivia, reflejando con ello que la elite de entonces buscaba proyectar una identidad boliviana donde no cabían los indios, o cabían pero como parte de un pasado remoto y superado.
Pese a que el álbum del centenario del 25 de mayo de 1809, se lo presenta como un reflejo de los acontecimientos suscitados alrededor de las fiestas destinadas a este efecto y sus fotografías pretenden ser un registro gráfico de todas ellas, al igual que el álbum analizado por Cristelli, se puede afirmar que existe una escasísima proporción de fotos de indios, apenas cuatro de un total de casi trescientas fotos.
A esto debemos añadir que los indios aparecen en las fotos como extraños a todos los festejos del centenario. Los indios aparecen brevemente como parte de Chuquisaca pero no como parte de unos festejos: no están en los desfiles, conmemoraciones, donde la elite consideraba no debían ingresar.
Este dato, de por si elocuente, nos está mostrando una identidad regional que se construye negando e invisibilizando al indio y mostrando a cambio, abundantes fotografías de la ciudad de Sucre y de personas que rememoran un pasado colonial y republicano de riqueza y opulencia. Visto desde un cierto punto de vista estas fotos no muestran sino que ocultan; no reflejan sino que sesgan la realidad social del Sucre de entonces.
Y no solo que el indio se presenta así en el discurso, sino que está fuera del campo visual de la elite: existen pocas fotos de indios y cuando las hay, son todas aquellas que expresan esa visión del indígena: apático e indolente.
Daría la impresión de que para la elite sucrense el indio prácticamente no existía, sino fuera como algo incómodo un cuerpo extraño al que hay que tolerar y en el mejor de los casos ayudar. Sucre era española y cómo diría años después un escritor de la talla de Alfredo Jauregui Rosquellas en un artículo titulado Sucre no es ciudad de Indios: “la población de Sucre es completamente española, es la ciudad donde España dejó más hondas raíces y en donde el viajero que pasea, se fija, estudia y calcula con ojo imparcial y con espíritu desprevenido ve menos indios” (Boletín N° 346 de 1939: 116).
Conclusiones
A lo largo de esta ponencia hemos tratado de demostrar que las narraciones históricas referidas a los acontecimientos denominados “patrios” son funcionales a un determinado esquema de poder vigente y para el caso boliviano a un esquema social excluyente y racista.
Los héroes que se glorifican, las acciones que se conmemoran, los objetivos que se recuerdan son dispositivos que legitiman y consolidan la exclusión, en tanto recuerdan quiénes eran los padres fundadores de la patria, cuál era su origen social y racial y quiénes pueden considerarse sus legítimos herederos.
Para el caso del 25 de mayo y probablemente para la gran mayoría de los acontecimiento considerados “patrios”, es notable el olvido en el que se deja a los actores populares en todo el proceso del 25 de mayo, donde se resalta el rol de la clase media letrada en el proceso, sin decir nada de la plebe que participa en el acontecimiento de una manera definitoria.
Por otro lado, hemos visto cómo las fiestas conmemorativas sirven para una recreación de una identidad de la elite regional cuya base, naturalmente, está en la visión sesgada y parcializada de la historia a la que aludimos.
De manera general, la conmemoración del centenario de la revolución del 25 de mayo de 1909 fue una ocasión para que la élite sucrense recree una identidad donde, paradójicamente, se valora la sociedad anterior a la revolución de 1809. Por tanto la conmemoración celebra la independencia de España a la vez que celebra que la herencia de su sangre y cultura no haya desaparecido. La elite busca sentirse independiente y constructora de una nación y de una república pero sobre las bases de lo que buscó demoler la revolución de mayo. A su vez, esto le lleva a negar todo rasgo de indianidad en su sangre y cultura. Si lo español lo enorgullece, lo indígena por el contrario lo avergüenza. Si lo español es un pasado digno de mencionar y recrear lo indígena es un presente que se debe ocultar e invisibilizar.
El texto da para pensar en la forma cómo las celebraciones patrias, aparentemente como “fiesta de todos”, sirven para recrear una identidad que es claramente excluyente, por que la propia narración histórica del acontecimiento lo es. De esta manera, la celebración patria es un valioso mecanismo para legitimar un determinado orden de cosas, porque es un acto carente de intereses grupales o de partido.
En este año en que dos ciudades de Bolivia festejan sus propios bicentenarios, es justo reflexionar sobre el rol que juegan sus narrativas historiográficas para legitimar un orden social y político injusto.
S ucre, junio de 2009
BIBLIOGRAFÍA
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