En días pasados salió un pronunciamiento denominado “Agenda
del 21 F” donde un grupo de ciento ochenta respetables personalidades, tratan
de establecer una agenda que marque el cambio político de nuestro país.
Dicha Agenda se basa en la idea de que el Gobierno de Morales va camino a
convertirse en una dictadura, si es que no lo es ya. Por ello, uno de sus
principales objetivos es el paso de un “estado autoritario y corporativo hacia
un Estado democrático que garantice los derechos de las personas y de la
naturaleza”.
Ciertamente, si lo vemos desde la perspectiva del funcionamiento
de las instituciones, la calidad de la democracia en Bolivia está por los
suelos: no existe independencia de poderes, la justicia ha sido
instrumentalizada por el Poder ejecutivo; la Corte electoral tiene serios antecedentes de hacer actuado
parcializadamente; el respeto por la libertad de prensa es un chiste; la
corrupción es una enfermedad contagiosa que sube los peldaños del poder y, por
si fuera poco, uno de los rasgos de toda democracia (de la occidental y de la
indígena), como es la alternatividad en el poder, tiene serios riesgos de ser
fracturada, puesto que Evo ha dado muestras de no respetar el veredicto del
referendo del 21 de febrero de 2016.
Sin embargo, esto que perciben los firmantes de la
Agenda no es lo que percibe el pueblo. El año pasado, se publicó el informe que
cada año realiza la Corporación Latinobarómetro, institución que mide el estado
de la democracia en América Latina a partir de 20.204 entrevistas en 18 países.
El dato que muestra es sorprendente por dos razones, la primera que el grado de
respaldo a la democracia en Bolivia tiene un mayoritario 64%, superior al que se presenta en Brasil, Perú o
Chile. El segundo dato es que existe una alta correlación entre la presencia de
Evo en el poder y la afección por la democracia. En otras palabras, los cambios
vividos en la última década en nuestro país son una variable causal que marca el
respaldo a la democracia. En 2004 este indicador señalaba un 45 por ciento de apoyo
a la democracia; para 2006 sube al 58%, en 2007 al 67%, en 2009 al 71% y finalmente
en 2016 el dato se estabiliza en el 65%
Cuando los firmantes de la Agenda del 21 F tipifican
al Gobierno de Evo como un régimen arbitrario están en lo correcto, sin embargo
eso no es algo que una buena parte de la gente comparta. Dicho de otra manera,
una cosa es lo que siente la clase media intelectual boliviana, y otra muy
distinta es la percibe el pueblo. Una cosa es lo que dice la Agenda de las 180
personalidades y otra la que dice la opinión pública.
Si lo que pretenden los firmantes de la Agenda 21F es
construir una alternativa, el centrar la misma en la idea de que Morales es un
dictador no parece ser una buena idea.